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Estaba en una comida de jubilados del Instituto José María Quadrado cuando mi compañero Antoni Febrer afirmó de pronto: «El mundo es de los jóvenes». No sé si es cierto, pero sí sé que los jóvenes quieren que lo sea. Las cifras hablan por sí solas: cuando yo empecé, en el claustro del instituto había unas veinte personas, y en la comida a la que me refiero éramos más de ochenta. Creced y multiplicaos. Dicen que hoy en día el mundo alberga la población juvenil más grande de la historia. También dicen que este hecho es lo mejor que poseemos para dar forma a un mundo mejor. Se afirma que, de hecho, los jóvenes ya están liderando el cambio en el mundo actual. Me suena a lo que cantaba Bob Dylan, hace 60 años: «Times are changing». De modo que el cambio debió de comenzar en los años sesenta, más o menos cuando los Beatles se dejaron el pelo largo. Entonces la música se convirtió en el nexo de unión de los jóvenes de todo el mundo. Todos tarareábamos las mismas canciones, aun sin entenderlas. Todos habríamos querido estar en el festival de Woodstock, aunque no supiéramos ni situarlo en el mapa. Hoy lo que une a los jóvenes son las «redes». No es que estén prendidos en las redes que les tienden sus mayores, es que constituyen la generación más intercomunicada del mundo, gracias a internet y sus adláteres. Son la generación más conectada del mundo y tienen la posibilidad de trabajar unidos para la consecución de un mundo mejor. Me parece que lo llaman ODS, Objetivos de Desarrollo Sostenible. Lo cierto es que lo de sostenible siempre me ha sonado a «sostén», pero al parecer se refiere a algo que sea compatible con los bienes de que dispone nuestra sociedad. (No agotar los recursos naturales ni poner en peligro la supervivencia del planeta).

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«The Young ones» era una comedia musical británica con Cliff Richard y los Shadows que ya en 1961 daba la visión del mundo de los jóvenes de entonces. ¿Dónde andarán ahora? En 1965 Barry McGuire cantaba «Eve of Destruction», víspera de destrucción. «Si aprietan el botón no podremos escapar», decía. Esto me suena. Lo hemos pensado todos con la guerra de Ucrania, que sigue siendo un conflicto entre dos mundos. ¿Dónde quedan ahí los jóvenes? ¿En las fosas improvisadas en el campo de batalla? Me pregunto si les enterrarán con sus móviles para poder seguir intercomunicándose, y si el paisaje destruido por la guerra tendrá un desarrollo tan sostenible que dé paso a un mundo mejor, la famosa oportunidad para la paz.