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La pandemia fue algo que no cabía en nuestra imaginación y de lo que ahora, definitivamente, hemos pasado página. Parece algo ya muy lejano, el vivo al bollo, el mundo gira y la covid-19 ya es uno más en la lista de virus fastidiosos con los que convivir. Pero ha costado más de tres años y numerosas víctimas y enfermos, que aún tienen secuelas, doblegar este coronavirus. La memoria es tan débil, nuestra mente, selectiva, borra lo que no interesa. Fueron muchos los informativos y diarios abriendo con las bajas, los avances de la vacuna, las restricciones, los efectos económicos de la crisis sanitaria como para hacer borrón y cuenta nueva con un final anunciado en el BOE. La crisis sanitaria fue un suceso histórico y planetario que marcará a generaciones.

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En mi recuerdo hay momentos como el de circular en una carretera desierta al trabajo y mostrar en un control policial el permiso para desplazarme; o las patrullas conminando a la gente a permanecer en sus casas los primeros días del estado de alarma; también sensaciones, tanto el ahogo inicial de llevar horas la mascarilla como el que me produjo la primera vez que se nos permitió salir por unas horas del confinamiento, y encontré multitud de personas paseando desesperadas. Acostumbrada a la burbuja personal, aquella repentina humanidad cercana, alientos, sudor, gotas que supuestamente flotaban transportando el virus, me produjeron un ataque de aprensión: cuánta soledad para conservar la salud. Y aquellas excursiones al supermercado con limitaciones de aforo. Todos nos dimos cuenta de lo que valía una mirada, pasamos por un aprendizaje acelerado de cómo expresar emociones con los ojos. Ahora, 1.207 días después, se ha decretado el fin de la crisis sanitaria y de la mascarilla obligatoria. Obviamente la pandemia, se veía venir, no nos hizo mejores, fue un espejismo. Algunas cosas buenas trajo, como el poder cenar sin humos del tabaco en la terraza de un restaurante. Es justa la petición de la asociación contra el cáncer de que al menos esta medida continúe. No hemos sufrido tanto para no lograr ni siquiera ese pequeño avance.