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Domingo 9 de Julio. Estoy sentado en el muelle de la bahía del Monte Saint Michel en Normandía, y me siento como si fuera Otis Redding cantando su famosa canción «’sittin’ on the dock of the bay... ‘watchin’ the tide roll away»... Y efectivamente veo como la marea va subiendo y bajando de forma sorprendente y vertiginosa. Y cómo pasa el tiempo. Y pienso en mi padre. De hecho este viaje es un homenaje a su memoria.

Cuando vas cumpliendo años debes resarcirte de las frustraciones no realizadas  y para mí un viaje adonde sucedió el día D, el desembarco de Normandía del 4 de Junio de 1944, ese que inició la liberación de Europa de manos del nazismo, era un deber ineludible hacia su recuerdo. Alguna vez dije que las Memorias de Sir Winston Churchil siempre han presidido la biblioteca de mis padres. Él era muy aficionado a los temas relacionados a la II Guerra Mundial, no en vano ese fue su tiempo de juventud, como también lo fue para todos aquellos chicos menorquines que la vivieron y que antes tuvieron que embarcar en el horroroso ‘Coca Cádiz’ que los llevó a la Península a integrarse en una guerra fratricida que no era la suya y que les hurtó buena parte de su juventud. Después están también los recuerdos de Belchite y el campo de concentración de Soria. También La Mola y los Vickers... y Llucalari y l’Hospital de Sang. Tiempos horribles.

Pero volvamos a Saint Michel. He estado varios días en Bayeux, capital de la región de Calvados, en Normandía. Afortunadamente es una de pocas localidades que se libraron de ser destruidas durante la guerra ya que fue liberada (por tropas británicas) solo 24 horas después del desembarco de la madrugada del 6 de Junio del 44. Es por eso que conserva hermosos edificios y una Catedral espléndida que le da un carácter especial de ciudad de provincias que respira historia.

Bayeux se ha convertido en un centro turístico de primer orden. Anualmente recibe miles y miles de visitantes ya que desde aquí se irradian visitas y excursiones a todos los rincones que protagonizaron el inicio de la reconquista europea por los aliados. ¿Se imaginan la cantidad de estadounidenses, británicos y canadienses que visitan Normandía para rendir homenaje y un recuerdo emocionado a sus familiares fallecidos cuando la guerra? El cementerio en Memoria de los aliados caídos es impresionante (5.000 cruces certifican los nombres de todos los chicos fallecidos, la mayoría de los cuales no superaban los 21 años). Y más lo es el cementerio estadounidense de Colleville-sur-Mer donde descansan otros 10.000 jóvenes estadounidenses. Son esas praderas llenas de cruces que todos hemos visto en el cine. Pero permítanme, el Desembarco lo trataremos en un próximo artículo.

Volvamos ahora, otra vez, a Saint Michel. Me apunté a una excursión privada a la Abadía benedictina. Éramos un grupo de 5 personas, cuatro estadounidenses (una pareja de Chicago y dos amigos de Virginia en viaje por Europa) y quien se lo cuenta. Todos disfrutamos de la vista a la Abadía que es un icono de la cultura francesa que condicionó la historia de Normandía y que está registrada como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Desde Bayeux tardas una hora y 40 minutos en llegar conduciendo tanto por carreteras comarcales como por autopista. Al llegar los vehículos aparcan a un par de kilómetros de la Península y los visitantes son después trasladados (gratis) en lanzaderas hasta el monumento. Nos concedieron 3 horas de visita, poco tiempo para pescar tanto pescado (lo que condujo a la promesa de volver sin corsés programados).

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Personalmente me agradó mucho poder asistir a la Misa dominical cantada (en latín y francés) en el coqueto santuario del Arcángel San Miguel (ya sabemos de la superioridad jerárquica de los arcángeles en relación con sus inferiores los ángeles, según la angelología). Y allí, en aquel ambiente de recogimiento, y como hago en todos mis viajes, y según cantaba Adriano Celentano, «pregué» otra vez, por la conversión del PSM, últimamente disfrazados de Més-Manco per Menorca. Y encendí la acostumbrada velita (€ 2,50) a favor de que el partido ultraconservador, comandado aún por el jardinero puigdemoníaco del IME, deje de reivindicar su particular TOC lingüístico-retroprogre a pesar de los buenos resultados que deben de pensar les ha proporcionado en estas pasadas elecciones.

Ante la figura del Arcángel San Miguel, y mientras entonaba a pleno pulmón el «Kyrie Eleison» (‘Señor, ten piedad’) me preguntaba ¿cuándo deixaran de fer s’ase y entenderán que no somos nada más que menorquines, españoles y europeos? Y fue entonces, exactamente entonces, fue cuando intuí que el Arcángel me miraba y tuve la sensación de que se solidarizaba con mi plegaria. Veremos.

Después y para recuperar la serenidad entré en la posada ‘La Mère Poulard’, conocida en el mundo de la gastronomía como la cuna de la famosa tortilla-soufflé con trufas (desde 1888), una de la aportaciones de la cocina francesa a la cultura de la comida. Esponjosa, gustosa y de sabor amable en un deber gastronómico si visitas el  Monte. Y un aprendizaje de cómo tratar y maquillar la humilde tortilla. Es aconsejable acompañarla con una cerveza local ‘La Constantine’ aromatizada con Calvados. Espléndida. (continuará)

Notas

1- Los demócratas esperamos que la Policía francesa de Estrasburgo capture y extradite a España cuanto antes al delincuente más cobarde de Europa.

2- Tanto Marga Prohens como Dolfo Vilafranca han formado unos gobiernos muy profesionales y competentes. Suerte a ambos. Y sin complejos, por favor. Ya vale de sumisiones y falsos consensos.

3 - Ya se acerca la noche wagneriana de la caída del sanchismo... Se estrena el 23 de Julio.