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Mientras el árbol centenario me acuna con el elegante bisbiseo de sus hojas, mi mente viaja con el mahonés Martí Olivar, la última criatura de ficción salida de la inagotable factoría literaria de Josep María Quintana, que nos introduce en el sórdido mundo del tráfico de esclavos en el siglo XIX, ese baldón de la humanidad comparable con el actual periplo de los inmigrantes que tiñen de desesperación y muerte nuestras costas. Mientras Martí trata de salvar sus negocios en Cuba cuando el movimiento abolicionista se expande como mancha de aceite, la vida en el siglo XXI sigue y con ella estas extrañas elecciones legislativas en plena canícula.

Dejo el grato refugio arbóreo para acercarme al televisor y ver de qué va la disputa electoral. Antes de empezar el magno (?) debate a dos me doy cuenta del nerviosismo del presidente. Pasea en círculos por el plató y al sentarse percibo el temblor de sus manos. Y comienza el espectáculo.

Sánchez intenta, en un tiqui taka guardiolista, hacerse con el balón, pero el taimado gallego se lanza a la yugular del presidente y le apabulla con una torrentera de medias verdades y mentiras absolutas, sobre todo al manejar magnitudes económicas, favorables al Gobierno mírense por donde se miren, ante la cara de póker de los presuntos moderadores que asisten como pasmarotes al destrozo del debate, impasible el ademán, que nos hacían cantar de niños mientras nos ponían cara al sol envueltos en banderas victoriosas que espero y deseo que no vuelvan a ondear.

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A estas alturas procede un análisis concreto de la realidad concreta como decían los progres vintage. Vamos a ver: descartadas las opciones más escoradas nos quedan las dos mayoritarias. La que parece favorita en las encuestas, la conservadora, tiene razones de peso, como cierta imagen de descontrol del gobierno de coalición que se remonta a días previos a su constitución cuando el aspirante a felón en jefe Pedro Sánchez había proclamado a los cuatro vientos que no podría dormir tranquilo con determinados elementos podemitas en su gabinete... También son razones de peso para votar conservador algunas leyes promulgadas con precipitación y escaso rigor, como la trans o la del solo sí es sí, un fiasco de proporciones siderales, así como las irritantes travesuras de algunas ministras /es.

Pero el falcon gubernamental despegó y sin tiempo para colocarse el cinturón de seguridad empezaron las turbulencias en forma de una insólita y cruel pandemia, una oposición desaforada desde el minuto cero, la dantesca erupción de un volcán canario, una peligrosa guerra en suelo europeo y una inflación planetaria. Pero el falcon, lejos de zozobrar, iba aprobando presupuestos generales (signo evidente de estabilidad institucional) y promulgando leyes sociales de calado. Su comandante, sin amedrentarse, tomaba decisiones tan aventuradas como necesarias -los indultos- para rebajar la temperatura político-social en Cataluña, convalidaba una reforma laboral exitosa, elevaba el salario mínimo, participaba destacadamente en el papel de Europa ante la crisis energética propiciando la llamada excepción ibérica (¿ se atrevería Feijóo a derogarla?), y el más difícil todavía, tratándose de una tripulación de izquierdas tradicionalmente manirrota, controlando con buena nota los parámetros económicos, pese a las ladinas tergiversaciones de Feijóo en el debate a dos.

Con el inventario de pros y contras debidamente analizado no queda más que decidir y entonces emerge de mi atribulado subconsciente el argumento clave, que no es otro que la maliciosa incomprensión de la magnitud de los retos que tuvo que afrontar el presidente más vilipendiado de la historia, el negacionismo absoluto de sus logros, que no son pocos, así como la virulenta fobia que suscita su figura en determinados ambientes, aspectos que no logro entender ni mucho menos compartir al considerarlos injustos e impropios de un país moderno y democráticamente civilizado. Si a todo ello añadimos alguna que otra inquietante mamarrachada censora de obras culturales y ciertos rebuznos lingüísticos (habemus lengua menorquina), la decisión es sencilla.

Fobia: «Temor intenso e irracional, de carácter enfermizo, hacia una persona, una cosa o una situación»…