TW

Los datos de la Fundació Impulsa Balears sobre la caída de la renta per cápita balear son un mazazo. En su checkpoint al inicio de una nueva legislatura, y para que todos, actores públicos y privados, sepan cuál es el punto de partida, la entidad llama a equilibrar crecimiento económico y bienestar cómo única fórmula de avanzar hacia una prosperidad que, a la mayoría de los ciudadanos, se le ha escurrido entre los dedos en dos décadas.

Noticias relacionadas

Balears pasó de ocupar el número 46 del ránking en 2001 al 136 de 233 regiones europeas en 2021; un bienestar medido en una renta per cápita que en 2001 –ajustada por la paridad de poder de compra–, era un 22,9 por ciento superior a la media europea y que ya en 2019 se situó por debajo de esta, lo que tras dos años de pandemia se ha acentuado. En resumen, que si antes esta comunidad era considerada un territorio donde se generaba riqueza y esta penetraba en la sociedad, ahora nos hemos empobrecido y de qué manera. No solo por la terrible subida de precios de los últimos años, por la recesión de la burbuja inmobiliaria y la crisis sanitaria que vino después, sino que más bien, según los informes económicos, esas han sido sucesivas puntillas a una tendencia, la del crecimiento y bienestar siguiendo caminos diferentes, que se inició en 1998.

El director de Impulsa Balears, Antoni Riera, le pone esa fecha al divorcio entre Producto Interior Bruto y renta per cápita, y desde entonces, por mucho que las grandes cifras resulten positivas, nuestros bolsillos no lo notan. Hay que equilibrar el reparto, aumentar el poder adquisitivo de la gente, mejorar en nivel educativo, en capacidad tecnológica, calidad institucional y de las empresas, ser más eficientes, no tener más sino «aprovecharlo mejor», explica la fundación, a modo de aviso a navegantes políticos. Las islas no se pueden convertir en un parque temático con precios extraordinariamente caros y aptos solo para los de fuera mientras los de dentro sobreviven con sueldos estancados.