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Ninguna víctima mortal en las carreteras urbanas e interurbanas de Menorca en los últimos 25 meses. La Isla alcanza apenas el 4 por ciento entre todas las personas fallecidas en accidentes de tráfico en el Archipiélago desde 2012 hasta nuestros días, 17 de los 391 registrados. Hasta en la pequeña de las Pitiusas, Formentera, se han dado más muertos sobre el asfalto que en este territorio.

La exclusividad de las cifras estadísticas si se comparan con el resto de Balears aplaca aquellos postulados que consideran obsoleta la principal vía menorquina, la más transitada, y claman por una reforma urgente, adecuada a la presión que soporta en meses punta y ejecutada con una perspectiva de futuro, al menos a tres o cuatro décadas vista.

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No ha habido muertes en Menorca desde hace dos años, pero en 2021 ocurrieron cuatro, y otras cuatro más en 2018, la mayoría de ellas en verano. Desde el último fallecimiento sí se han producido accidentes muy graves que, probablemente, se habrían evitado con una carretera más amplia, desdoblada si no en su totalidad, al menos en todos aquellos puntos considerados negros por su siniestralidad, como el kilómetro 14 de la ‘general’, por ejemplo.

El tráfico se desborda de junio a septiembre en la Isla, especialmente en los dos meses centrales del estío cuando circular por la ‘general’ es más peligroso en función de ese incremento de vehículos que, al mismo tiempo, supone hacerlo a una velocidad muy limitada, asumiendo que a día de hoy no hay otra conducción posible.

Pero no convence el argumento de que la carretera es válida la mayor parte del año. Por muchas limitaciones a la entrada de vehículos que se puedan poner en verano, siempre resultarán excesivos para la infraestructura actual. Julio y agosto cuentan como enero y febrero, forman parte de un todo. La ‘general’ ha de ser segura todo el año.