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Poco podia imaginar Francina hace tres meses que la aritmética parlamentaria iba a premiarla de tal manera que su fracaso en las urnas para repetir al frente del Govern iba a transformarse en un triunfo colosal, con un solo precedente en la historia política del Archipiélago.

La farmacéutica de Inca fue investida ayer como la tercera autoridad nacional, solo por debajo del jefe del Estado y de quien será nombrado, muy probablemente, presidente del gobierno, Pedro Sánchez, su valedor para tan alto cargo. Es el tributo a una adhesión inquebrantable que otros barones socialistas osaron cuestionar por sus alianzas con nacionalistas e independentistas. Francina no lo hizo y supo subirse a una montura ganadora orillando cualquier desavenencia con su jefe desde una convicción de pluralidad nacional, guiños a Puigdemont y compañía, y su inclinación por una España que explore el federalismo.

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Hereda así Armengol la presidencia de la Cámara Baja que ostentara otro mallorquín, Félix Pons, durante una década con Felipe González en la presidencia, aunque se antoja que su papel de árbitro en las cortes será distinto. Por el momento ha anunciado que las cuatro lenguas oficiales podrán hablarse indistintamente en las sesiones para satisfacción del cuerpo de traductores a sueldo, una concesión más hacia los postulados de los que venden su voto a Pedro Sánchez para que siga en la Moncloa. Ahí radica su fortaleza, en la buena imagen que traslada lejos de Madrid para quienes pretenden la independencia, sin menoscabo de su categoría tras ocho años de mando en Balears apuntalando su formación política y condición de buena oradora.

Con Francina arriba del Estado, sale a colación Marc Pons, quien aceptó interrumpir su progresión nacional para regresar al Archipiélago porque ella se lo pidió. Si Armengol preside el Congreso, no descartemos al de Es Mercadal para otro alto cargo en el próximo ejecutivo.