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Se han parado ustedes alguna vez a escucharse por dentro?    Es el sonido del silencio, ese que si le prestas mucha atención hasta te duelen los tímpanos. Yo lo hice y debo confesarles que el susto fue morrocotudo. En uno de esos largos momentos pude escuchar como el sonido metálico de algo que caía desde una distancia cercana a mí , corté la concentración y comencé a buscar a mi alrededor. Nada tangible ni reconocible encontró respuesta.    Y al ponerme a pensar si es que me estaba volviendo loco es cuando me di cuenta que alguno    de mis tornillos estaban algo aflojados y posiblemente uno de ellos cayó produciendo ese imaginario sonido.   

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Yo que me conozco bastante por dentro, tengo que reconocer que durante los años que llevo viviendo algo locuelo he sido y sigo siéndolo pero, qué quieren que les diga, soy feliz así y quien no quiera aceptarme como soy ya saben donde está la puerta de salida. Disfruto aliñando los negros momentos cuando quieren aprisionarme y las terribles situaciones, con una dulce salsa que me inventé y perdonen que no les detalle sus ingredientes, son secretos de este chef de pacotilla, que mucho me costó encontrar el punto exacto ni muy dulce ni muy salado con un ligero toque de guindilla picante, lo suficiente para que el alma y las neuronas se chupen los dedos y estén dispuestas siempre a repetir.