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Es Menorca un remanso de paz y tranquilidad…    a veces. Es cierto que la tasa de criminalidad está situada, según las últimas estadísticas del Ministerio del Interior, en 42,1 delitos por cada 1.000 habitantes y que vivimos en la Isla más segura del Archipiélago en relación, sobre todo, a Eivissa y Mallorca, donde en los últimos 12 meses fueron de 65,7 y 85,3 delitos respectivamente.

Sin embargo, resulta constatable que aquí sucede de todo, aunque en una proporción menor a otros territorios con mayor densidad poblacional. La tipología delictiva de la Isla no se aleja de la que se da en otros lugares donde la concentración humana es muy superior.

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Basta recordar que el Juzgado de Violencia de Género acumula una media de una denuncia diaria por maltrato, que también las hay por delitos de naturaleza sexual, que los hurtos y robos con fuerza aumentan año a año, y que en general la tasa de criminalidad ya había crecido un 12 por ciento en el primer trimestre de 2023, en relación al mismo periodo del año anterior.

A esa clasificación general que coincide con la de cualquier otro territorio se le ha sumado este verano el del robo por alunizaje en un comercio de telefonía móvil de Maó, un hecho de lo más sorprendente por el procedimiento utilizado en pleno centro de la ciudad hace apenas dos semanas. El más parecido fue la espectacular tentativa del año pasado en Ciutadella y Cala Galdana cuando unos ladrones se hicieron con un camión y arrancaron varios cajeros móviles sin que pudieran abrirlos.

El alunizaje de Maó supuso un botín de más de 50.000 euros en terminales y nada ha trascendido sobre la autoría, lo que hace suponer que la banda no los ha puesto a la venta o ha conseguido salir de la Isla. Ambos robos causaron estupor y alarma social sin que todavía hayan sido resueltos pese a los esfuerzos en la investigación policial. Una prueba más de que Menorca no siempre es distinta a otros lugares.