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Aquests dies, el fútbol femení espanyol ha estat notícia. En pocs anys, Espanya ha passat de la invisibilitat internacional a ser campiona del món. En pocs anys, el fútbol femení ha passat de ser una reivindicació a un negoci televisiu. El món ens mira per descobrir com s’ha produït el miracle, i nosaltres, atents a l’actualitat, intentarem posar un poc de llum allà on altres posen fum. Que ens perdonin els admirats García, Prats i Pedrerol, però el diari Menorca els prendrà la davantera amb una entrevista única.

Ring... ring...

- Dime, Florentino. No te preocupes boludo, pronto haré un especial sobre ti. Te lo mereces, España te lo debe, joya.

- Usted disculpe, no soy Florentino. ¡Qué más quisiera yo! más que nada para comerme los canapés en el palco cada domingo, departiendo con la flor y nata de Madrid.

- ¡Che! disculpe usted mi torpeza, producto seguramente de la insistencia con la que periódicamente me regala y halaga mi antiguo presidente, algo común y razonable entre las personas de su edad, de una edad madura, quiero decir, que ven el final cerca y requieren aún más de la adulación y el cariño. Y no me crea duro con el presi, ya que se trata de un fenómeno psicológico que nos afecta a todos, más a los hombres que a las mujeres, más a los urbanitas que a los ermitaños, más a los ricos que a los pobres. Pero che, perdone, aún no le he preguntado con quien tengo el enorme placer de estar parlamentando… diga

- Sí, claro, me había como hiptonizado con su acento porteño.

- Perdón pibe, es hipnotizado.

- No se crea, cuando estás hipnotizado es fácil que te salga hiptonizado. Pero nos estamos volviendo a enredar. Mire, soy periodista, si se puede decir así, en realidad soy un jubilado que escribe sesudas reflexiones sobre temas de actualidad para los lectores de un modesto periódico intramarino, el Menorca. Para ello queremos escuchar las voces de los más apuntalados especialistas en cada tema, todo gratis, por supuesto, que no hay guita, por eso mismo he apuntado antes lo de modesto. Estos días, resuelto el primer capítulo del serial Rubiales y perdido in eternum el de Mbappé, la atención de la parroquia fútbolera vuelve su mirada hacía estas heroínas españolas que, como un tiempo lo fueron una Isabel de Castilla, una Agustina de Aragón, una María Pacheco,    una María Pila la coruñesa, una Manuela Malasaña, una Mariana Pineda, una Elena Maseras, una Dolores Ibarruri, llenan los pechos de amor a su patria, por este motivo le he llamado.

- ¿Por qué motivo, dice? Creo que me ha hipdositado.

- Bueno, es que antes de llamar he pedido consejo a Juan Juanito de la redacción de deportes y me ha dicho que para hablar con uno del Madrid tenía que practicar el idioma besugo.

- Muy ocurrente. ¿Cómo ha dicho que se llama el de deportes? Vaya, pongámonos la gorra si le parece y dejemos de chamuyar. Exactamente, ¿qué quiere boludo?

- Hombre, quien mejor que Jorge Alberto Valdano para hablar de fútbol y de mujeres. Perdón, he planteado malamente el tema con dos ítems, quiero decir de fútbol femenino.

- Fenomenal, mi muy estimado amigo. Ya sabe que, para mí, el fútbol no tiene secretos y mi deseo es compartirlos con nuestros lectores mallorquines. El fútbol es tan viejo como la historia. Su invención es contemporánea a la de la rueda, de hecho, aquellos seres maravillosos y barbudos de la antigüedad descubrieron en el rodar de la pelota de piel de mamut    el maravilloso movimiento circular de lo que sería la rueda. Ya entonces, el fútbol era como una religión reservada para los hombres. El renombrado profesor Princenton ya publicó su tesis a partir del hallazgo y posterior traducción del cromagnon de unas pinturas rupestres que decían: Mujeres lava-lava, hombres tiqui-taca. Poco después, como atestiguó en su trabajo Pasarius, la civilización talaiótica, porque pronto tendremos que llamarla civilización, construyó las primeras canchas, con unas porterías hechas con dos grandes piedras verticales de unos 2,5 metros, y una horizontal apoyada en esas. En aquellos tiempos, hombre y mujeres jugaban juntos. La civilización romana se llevó a los mejores jugadores y jugadoras a sus coliseos, no para practicar el noble deporte de la pelota, sino para correr ante los leones convencidos que sus dotes atléticas les harían durar más que los regordetes galos. Llegaron los visigodos y el mundo entró, con permiso del doctor E.A. Thompson, en unos tiempos oscuros hasta que los ingleses reinventaron el arcaico juego del balón a finales del XIX. Aquella ya era una sociedad profundamente machista: las ladies en la casa con los niños y los libros y los hombres al pub, al campo de fútbol y a la guerra. El fútbol reapareció como un deporte masculino, no apto para las damas que, en su práctica, podrían perder su feminidad, decían ellos. ¿Como van a sacar un córner, si no llegará la pelota al área? ¿Como van a poder hacer una liga regular teniendo la menstruación cada mes? ¿Cómo podrán correr estando embarazadas? ¿Qué les pasará si les dan con el balón en el pecho? Solo con decirte que las jugadoras del primer equipo femenino, el Graham’s XI fueron obligadas a jugar con corsé y zapatos de tacones altos i que, en 1894, la prensa londinense tachó de una broma de carnaval los partidos del British Ladies en Londres. Se prohibió el fútbol femenino. Solo durante la Primera Guerra Mundial, la falta de machos que, como tales, morían en el frente, permitió una primavera del fútbol femenino, con el Kerr Ladies y otros equipos en partidos de exhibición, hasta que el 1921 la federación inglesa los prohibió y expulsó de la estructura federativa. No se espanten los lectores, solo hay que recordar que en los juegos olímpicos solo se permitían competiciones masculinas, con la excepción del tenis y el golf. Década a década entraron las competiciones femeninas a cuentagotas, baste con decirles que el fútbol femenino no fue olímpico hasta el 1996, sí, el 1996. En la España de Franco, el fútbol femenino oficial parecía reservado a los encuentros entre Las Folklóricas y las Finolis de cada año, para chanza de los barrigudos fumadores de puros. Las fútbolistas eran clandestinas, como maquis del deporte. Un periodista deportivo como Miguel Ángel Castillo decía «Las mujeres no saben jugar al fútbol». Y todo un presidente de la Real Federación Española, el señor Pérez-Payá, afirmaba en 1971: «No me gusta el fútbol femenino. No lo veo muy femenino desde el punto de vista estético. La mujer en camiseta y pantalón no está muy favorecida, cualquier traje regional le sentaría mejor.» No se piensen que es una critica al carpetovetanismo español, el mismo Blatter, presidente de la FIFA, decía hace cuatro días: «que las mujeres jueguen con una equipación diferente y más femenina que los hombres, por ejemplo, en pantaloncitos más ajustados, como en voleibol». Pero la humanidad avanza y ahora nos encontramos con las declaraciones del viejo Borrell: «celebro que nuestras mujeres estén aprendiendo a jugar al fútbol tan bien como los hombres» para demostrar que aún queda mucho trecho. La mujeres nos están dando cada día una lección.