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Vivimos tiempos políticos convulsos predecesores de otros que quizás lo sean aún mucho más. Sobra política chulesca y falta sentido común. Y ya es momento de preguntarnos ¿pero cómo hemos podido llegar a eso? Sí, ¿cómo es posible que todo el país tenga que depender de la voluntad y de los humores y furores de unos vulgares golpistas, de unos herederos de terroristas y de unos partidos de derecha extrema supremacistas como son el PNV y ‘Junts pels calers’? Y especialmente ¿cómo puede permitirse que un delincuente fugado en un capó sea el árbitro de la política española?

Asumimos que el resultado de las elecciones del 23J fue diabólico, que fallaron todas las encuestas y que todos los pronósticos se evaporaron ante una realidad caprichosa por manipulada. Pero de aquí a aceptar el drama que se anuncia sin más va un largo recorrido.
Es comprensible que Feijóo, como ganador de las elecciones en número de escaños, pretenda, aún con mínimas posibilidades de lograrlo, ser presidente del Gobierno pero más inmensamente ridículo es que Sánchez, el perdedor, pretenda serlo con el apoyo de todos los enemigos jurados y conjurados de nuestro país.

Veamos. Ubicación: Consultas del Rey con los líderes políticos. Diálogo de cómo pudo presentarse Sánchez ante el Rey para decirle: ¡Majestad (o «Felipe, tío», porque no sabemos cómo lo trata aunque su forma de andar balanceándose chulescamente lo delata) quiero que me encargues la formación del Gobierno porque he perdido las elecciones y me lo merezco! El Rey: «Pero si dices que has perdido ¿cómo te puedo designar para que hagas lo que tiene que hacer el ganador?». El chuleta: «Pues porque ya sabrás tío, que quien manda es el que se deja chantajear mejor». El Rey: «Sí, vale, pero no crees que debe de haber un mínimo respeto para el espíritu de la Constitución, esa que dice que España es un país monárquico e indisoluble, etc, etc». El chuleta: «Mira no me vengas con monsergas, tío, la cuestión es mandar... sea al precio que sea». El Rey: «¿Aún a costa de que te alíes y la líes con los que me quieren exiliar?». El chuleta: «Bueno, tío, eso es asunto tuyo, no mío. Yo lo que quiero es mandar»... Y así...

¿No hay alternativas a tamaño disparate? Las hay. Y varias. Anotémoslas: Lamentablemente la primera ya ha sido descartada: dejar gobernar a la lista más votada acordando unas medidas y unas políticas concretas que pudieran apoyar los dos partidos mayoritarios (al estilo de una Grossa Koalitionen). Otra es formar también un gobierno de coalición presidiéndolo ‘dos años tú, y dos años yo’ entre los partidos que han conseguido más de veinte millones de votos. Otra más: consensuar un técnico o personalidad independiente ‘de prestigio’ a la que apoyar ambos partidos con un programa concreto. Otra: que cuatro diputados socialistas sensatos votaran ‘distinto’. La antepenúltima es convocar nuevas elecciones. Y la última, y ya a la desesperada, es un gesto de patriotismo constitucional por parte del PP diciendo al PSOE: habéis perdido las elecciones pero os vamos a apoyar para evitar que tengáis que depender de unos delincuentes insaciables.

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Si Feijóo fracasa, el Rey deberá convocar una nueva ronda de consultas y si los partidos separatistas insisten en no acudir a comunicarle personalmente sus intenciones, Sánchez no podrá demostrar que cuenta con su apoyo. El Rey también puede no pedir a Sánchez intentar la investidura si sospecha que las condiciones impuestas por los separatistas son incompatibles con el orden constitucional. Y finalmente, los movimientos populares deberán organizarse y manifestarse para parar la anunciada felonía sanchista.

Si no se culmina alguna de estas alternativas se redoblará la tensión en España que es lo que quieren tanto los socialistas más impuros (recordemos lo que dijo el zapatero a Gabilondo: «Nos conviene la tensión») como los nacionalistas disgregadores, esos coyotes que ya aúllan al oler sangre fresca.

Si así fuese el primero en caer será el débil y dubitativo Feijóo y toda su cúpula, culpables por candidez supina del resultado de las elecciones. Demasiados bandazos. Sánchez por su parte deberá regar con una generosidad insondable la fascinación tribal que asola hoy la política española al promocionar el relato falsario para justificar el retorno a los clanes tribales ahora disfrazados de ‘nacionalidades históricas’. Esas que nunca existieron y que ahora pretenden una exclusividad diferencial y supremacista ridícula. Y eso sí nos helará la sangre.

Otro sí: qué el perdedor Sánchez tenga también que depender de una besucona insolvente que atrae a gentes que después de ser sobados convenientemente aspiran a otras opciones varias, es lamentable. El socialismo patrio ha caído hasta un subsuelo, hasta un underground inimaginable hace una década cuando el zapatero aquel comenzó la excavación. Y ahora, alcanzado ya el fondo nuclear, ya no es un partido que aspira a ser mayoritario, sino un conjuro de codiciosos que solo aspiran a cabalgar sobre el conglomerado de perdedores periféricos disfrazados de usureros medievales. Al precio que sea. Una muestra descarnada de que la política española se ha vaciado de contenido sensato para ser transformada en un acto de chantaje permanente. So sad.

Notas:
1- ¿Se divulgará finalmente la foto del piquito que dicen se dieron en Bruselas la sobona y el prófugo del capó?
2- Se asegura que la custodia celosamente Irene Montero. ¿Será su venganza?
3- Mi admirada y eterna Margarita Caules estuvo estupendamente instalada en el Bar Nou viendo el Jaleo des Dia de la Mare de Déu de Gràcia.
4- Mi más emocionado pésame por el fallecimiento del meritorio bisutero Justo Sintes. Un héroe del trabajo.
5- Al parecer la novedosa fuente de Derecho en España son las necesidades puntuales y personales de Sánchez.
6- ¿La amnistía? ¡Qué error, qué inmenso error. ¡Y qué vergüenza!
7- ¿Por qué se esconde que el rey Juan Carlos, a sus 85 años, ha vuelto a ser campeón del mundo de veleros?