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Escribo esto en pleno diluvio, corto pero abundante. Los caracoles que sacan cuernos y casa para darse un garbeo entre el follaje a las primeras gotas, hoy los he visto a unos resguardados entre guijarros y a otros practicando deportes de riesgo como el de dejarse llevar por el oleaje callejero sin meta alguna o la que el destino les depara, como algún que otro alcantarillado, punto final de hojarascas , aguas sucias y pelillos a la mar.    Lo malo de esas lluvias copiosas es que poco dejan de aprovechable, la tierra no puede beber más de ella a pesar de su sed extrema y hace lo que debe es decir, agua que no has de beber déjala correr. Como el ser humano es malo por naturaleza, Dios no le concedió los poderes de su hijo ya que de haber sido ejemplares, hoy podríamos estar convirtiendo el agua en vino, no toda, pero sí el montarnos alguna que otra bodeguilla.

Dicen que después de la tormenta llega la calma, que es prima hermana del dialogo y las buenas intenciones bueno, eso es lo que se decía antes, hoy por lo pongo en duda como pongo en duda que todos los cataclismos sean debidos al cambio climático otorgando a la naturaleza toda la responsabilidad, cuando somos lo suficiente conscientes para reconocer que la mano del hombre, la mala mano, es la que empuja y modifica. Y entre aguas removidas y tormentosas también siguen navegando las noticias, sobre todo las repetitivas . Parece que la tormenta del pico de Rubiales está amainando y que las jugadoras van a poner en primera fila lo que realmente saben hacer, jugar y meter goles en portería ajena más que en la propia. Y nuestros políticos aquí los tenemos pinganíllo en mano u oreja, intentando o no que el Congreso    se convierta en otra torre de Babel pero con menos cuerpo que la bíblica para que el independentismo allane algo más el camino hacia su exclusiva meta repleta de socavones.