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Tenemos un idioma con el que nos entendemos todos, el castellano, el español cuando se traspasan fronteras, la tercera lengua más usada en internet; la segunda lengua materna del planeta por número de hablantes, según el último anuario del Instituto Cervantes. Pero hay otras lenguas dentro de este país que construimos entre todos, con nuestras similitudes y diferencias, y que precisamente le aportan riqueza, carácter, detalle, eso que tanto se menciona ahora, la multiculturalidad, pero sin hacer demasiados kilómetros de coche ni horas de avión, una gozada para cualquiera que haya dedicado algo de tiempo a recorrer España y sus comunidades.

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Catalán, gallego y euskera son cooficiales y como tales merecen el mismo trato, pero no lo han tenido hasta ahora en el Congreso de los Diputados. Es cierto que cuesta dinero en traducción y parece engorroso que sus señorías anden con los auriculares puestos pudiendo hablar el mismo idioma, es más simbólico que práctico, pero solo refleja la realidad. Todo el circo en torno al asunto es como siempre político, las lenguas instrumentalizadas; nadie va a necesitar el pinganillo para pedir en un bar en Donostia ni en las fiestas de Maó, pero ahora les toca a unos hacer la pelota lingüística y a otros tomárselo como una gran ofensa.

Lo cierto es que en la calle nos comunicamos, y la noticia no es que Sémper, vasco y del PP, utilice en parte el euskera en su intervención. Es más curioso que mientras se pueden estudiar en muchas Escuelas Oficiales de Idiomas lenguas lejanas (en la de Palma se ofertan lenguas del Asia oriental), lo cual es perfecto, no se impartan sin embargo las cooficiales. Que alguien pueda estudiar catalán en Santander si le da la gana, o euskera y gallego en Balears. Cuándo se implantarán estudios de idiomas acordes con la realidad lingüística que vivimos, para así poder tener igualdad de oportunidades, de trabajo y de movilidad, en todos nuestros territorios. Unir, en lugar de separar.