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Siempre había creído que la ansiedad y urgencia por publicar, incluso pagando, era un trastorno de poetas y literatos jóvenes, convencidos de que si lograban que alguien les leyese, pronto su gran talento se abriría paso, y si no fama y riqueza, al menos se asegurarían la inmortalidad artística, que es la única que existe. Cuando yo mismo era joven, esta dolencia estaba aún muy extendida, y tuve ocasión de conocer varios novelistas inéditos, y prolíficos poetas en verso libre, que se comportaban como auténticos genios incomprendidos. Publicar era su obsesión, y aunque desde la aparición de internet y la posibilidad de que cualquiera colocase sus obras maestras en las redes digitales remitió un poco, ese afán enfermizo de publicar (hacer público algo) seguía siendo cosa de escritores. Pero parece que ya no es así. Los científicos y académicos padecen ese síndrome editorial con mucha más intensidad que un poeta romántico del siglo XIX, ya que si no logran exhibir una larga lista de publicaciones en revistas científicas, su carrera está acabada, y ni siquiera pueden suicidarse como hacían esos poetas.

Por falta de agallas. Se trata de un docto colectivo que probablemente escribe más que los propios escritores, y sus problemas de publicación pueden ser incluso superiores, toda la vida intentando publicar algo. Y no sirve cualquier sitio, pues si el medio no es importante, se pierde prestigio. Se publican a diario cientos de estudios científicos, y muchos periódicos hasta reservan un espacio para informar de los más llamativos y desquiciados. «Según un estudio de tal y tal…», empiezan. Y te largan cualquier chorrada. La cuestión es publicar, incluso si no se tiene nada publicable. Hace días supimos que un científico hindú de datos, Gunasekaran Manogaran, tenía montada una auténtica fábrica de estudios falsos, con ramificaciones planetarias y alguna incursión en universidades españolas. Que salga mi nombre es lo que importa, han pensado toda la vida los escritores. Y los científicos, por lo visto. Uno de los dramas de publicar es que hay que redactar algo antes, así que no es raro que el libre mercado (hindú) procure facilitar esta tarea. Ah, el ansia de público.