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Creo recordar que ya escribí un título similar, ignoro si hace meses o años, pero como se nota que no debí quedar muy satisfecho, y el asunto es de gran actualidad, me atreveré a insistir. Qué cosas se pueden hacer cuando no hay nada que hacer es en general algo optativo, allá cada cual, pero como no todo el mundo tiene las agallas de Sócrates, que según cuentan intentó aprender a tocar la flauta mientras le preparaban la cicuta para suicidarse, conviene tenerlo previsto para no atolondrarse en el último momento. Sin desdeñar la posibilidad, heroica, de no hacer nada. La que escogió el valiente arponero caníbal del Pequod, el señor Queequeg, que tras ordenar al carpintero de a bordo un féretro de su tamaño, se dio por muerto y se quedó quieto, a verlas venir. Féretro con el que por cierto salva el pellejo Ismael, el narrador de Moby Dick, prueba quizá de los extraños efectos beneficiosos de no hacer nada cuando no hay nada que hacer.

Sin embargo, he observado que la mayoría prefiere hacer algo, lo que sea, por lo que acaso sería más eficaz recordar las cosas que de ningún modo conviene hacer cuando no hay nada que hacer, porque quedas como un capullo y son una pérdida de tiempo. Hacerse el distraído, la opción más socorrida. Créanme, no sirve para nada. Llamar por teléfono y mandar mensajes a los contactos. Mala cosa; cuando no hay nada que hacer, los contactos están de más, y muy ocupados contactando a su vez, suponiendo que aún haya cobertura. Indignarse, opción de tontos. Infantil. Tener un romance amoroso. Podría ser una de mis opciones favoritas, pero es muy difícil de implementar, además de fatigosa, y más vale aceptar que las condiciones objetivas no ayudan. Discursos y sermones. Es increíble la cantidad de gente, líderes políticos incluidos, que cuando no hay nada que hacer, hacen discursos, sermonean y regañan. En serio, eso es de capullos. Como la variante de tuitear. Pero hombre de Dios, cómo se le ocurre ponerse a tuitear en momentos así. Si yo fuera presidente en funciones del Gobierno, haría un Queequeg. Si quieren me votan, y si no me voy a casa, proclamaría. Ni una palabra más. A veces, si no hay nada que hacer, es posible no hacer nada.