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No es cierta la leyenda urbana, auténtica letanía de la derecha y sus medios de agitación, de que el presidente en funciones Sánchez lleve años mintiendo sin tregua, y sea un traidor a la patria y a la moral. Lo que ocurre es que rectifica mucho, y según van surgiendo los contratiempos, enmienda las soluciones, cambia de idea, se adapta a la situación y, en definitiva, lo vuelve a hacer. A rectificar me refiero. Una práctica común que todos realizamos varias veces al día, qué remedio, y que según dicen es de sabios. Pero que aquí en España está muy mal vista, y nadie duda que si es de sabios, es de sabios idiotas. Embusteros, inmorales y traidores. Sobre todo cuando el señor Sánchez, tras algún tiempo de cauteloso silencio, ratifica la rectificación.

¡Ratificar la rectificación! Eso está más mal visto todavía, ahí ya le llueven a diario improperios y abucheos. En esas estamos ahora. Normal que en tales condiciones aquí nadie rectifique jamás, ni ratifique sus rectificaciones. Preferimos matizar, que es lo que hace Feijóo cuando rectifica algo. Afirmaciones falsas sobre pensiones, por ejemplo, o su exaltada comparación de España con los Balcanes. Se dice entonces que el líder de la oposición ha matizado sus palabras, y asunto arreglado. Eso sí que es de sabios, matizar. La derecha matiza, no rectifica. Gran diferencia. Y luego, si es menester, ratifica la matización.

Yo estoy a favor del matiz, pero también de rectificar, y de hecho rectifico como respiro, al menos un par de veces por línea. Y es habitual que luego lo vuelva a rectificar todo. No me supone ninguna dificultad, aunque entiendo que los que no saben hacerlo se metan en líos, porque la acción de rectificar, y comerte tus propias palabras (un manjar asqueroso), es problemática. En primer lugar, se rectifica precisamente cuando se está en problemas; en segundo, puede ocurrir que la rectificación los empeore, y el texto sea cada vez más ininteligible. ¡Rectificar para empeorar! Eso no es rectificar, es reincidir. Pero aquí hay que matizar, y espero que nuestras derechas maticen. Sánchez no es tan embustero como dicen; lo que pasa es que rectifica. Y como no le funciona, rectifica más. Ojo al matiz.