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Con bombardeos incesantes a corta distancia, en Ucrania y Gaza, las necedades locales parecen mucho más necias. Tras contemplar varias horas al día ciudades en ruinas, hospitales destruidos y cadáveres en las calles, las interminables monsergas de la política española y la investidura son más difíciles de aguantar, y al mismo tiempo, al venir entre bombardeo y bombardeo, con muertos, son un irritante alivio. Significan contra toda evidencia que estamos bien, estupendamente, puesto que nos podemos permitir esas monsergas con la que está cayendo aquí al lado.

Una sensación muy rara, eso del alivio irritante, o más irritante todavía. ¡Monsergas en medio de las matanzas! El mundo se va a la mierda, y nosotros a lo nuestro. Tan campantes. El señor Ortuzar, por ejemplo, presidente del PNV, dijo el otro día que «ha llegado el momento de hablar de la cuestión nacional vasca». Vaya momento, desde luego, pero si ha llegado es que ha llegado. El martes, conforme se incrementaban a toda pantalla los bombardeos de Israel, nos enteramos de la gran noticia. PSOE y Sumar habían llegado a un acuerdo para el hipotético Gobierno de coalición, pactando una reducción de la jornada laboral, que de 40 horas a la semana pasaba 37,5. ¡Dos horas y media menos a la semana! ¡Unos 20 minutos menos de trabajo al día! Ignoro qué se debe sentir con 20 minutos extra de asueto cada día, nunca lo he experimentado.

Podemos, que apenas existe, se apresuró a rechazar el acuerdo a fin de hacer valer sus menguados votos. La derecha del PP, que cuando no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo, siguió con su plúmbea perorata sobre la amnistía. Para ganar espacio mediático y atención pública. Y mientras proseguían los bombardeos aquí y allá, los independentistas catalanes reiteraron que la amnistía, que hace tiempo dan por hecha, no basta. Ni mucho menos. Por todas partes discursos embarrullados, tediosos, recriminatorios. Interminables. Monsergas, en definitiva. Daban ganas de pedir una pausa humanitaria. Extraño, el efecto que producen estas monsergas en tiempos de guerra y atroces bombardeos saturando los informativos. Grotesco, pero consolador. Hay que estar a gusto para permitírselas.