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El precio del mal menor está por las nubes, es un artículo de gran lujo más caro que los huevos de Fabergé, esas obras maestras de orfebrería que encantaban a los zares. Se nota que es un producto muy solicitado, pero escaso y sujeto a las leyes del mercado, ese jodido mal menor. No sólo es cada vez más difícil distinguirlo del mal mayor (¿es preferible un Gobierno pactado con Puigdemont a uno con Vox?), sino que hasta los partidarios de dicho mal menor tienen dudas sobre si se lo pueden permitir. Porque en efecto, cuesta un huevo. Una cosa es el independentismo catalán, con el que se puede discutir, y otra el exiliado de Bruselas, que estafó a sus propios seguidores, y tras liderar la histórica revolución catalana, huyó como un cobarde mientras sus compinches iban a la cárcel. Es de locos negociar con alguien así, muy aficionado además al exhibicionismo. Te timará seguro. Sólo verle la cara ya es un precio excesivo por ese mal menor. Razón por la que mucha gente, que no es del PP ni de Vox, ni mucho menos, duda desde hace meses que el mal menor siga siendo menor con ese sobreprecio añadido.

Un signo de los tiempos, escoger entre males casi parejos. No es que se hayan vuelto de derechas con el tema de la amnistía (más de derechas que Junts no hay nada), es duda razonable. ¿Seguro que este mal es el menor? Hasta eso es ya discutible, y hay quien sospecha (yo, por ejemplo) que los males menores no existen. Suelen ser una estafa. Tampoco es cierto que a grandes males, grandes remedios. Sobre todo, insisto, si salen tan caros como comprarse la Capilla Sixtina. Que no está en venta, por supuesto. Aun así, parece que el Gobierno, con mucha discreción, finalmente lo ha hecho. Optar por el mal menor, me refiero. Y están contentos. Puede que sea bueno para España y para Catalunya, y nos ahorremos de momento un Gobierno con la ultraderecha (por el momento), pero nos ha salido carísimo, tanto para la salud mental como para la moral. Sin olvidar lo mucho que se fortalecen los males mayores con estas argucias. Igual nos están esperando, muy envalentonados, a la vuelta de la esquina. Sí, debe ser un signo de los tiempos lo caros que se han puesto los males menores. Malos y muy caros. Por las leyes del mercado, decíamos. Igual pronto no nos los podremos permitir.