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Gong… gong… gong…                                       

- Sí, dígame-lo. ¿Con quién desea hablar en esta mañana tan soleada?

- Si no fuera mucha molestia, con el mismo señor Alfonso Guerra, el antaño joven marxista, azote de los malos.

- Ahora mismo lo invito a ponerse al aparato, ya sabe que de él se decía que era el aparato del partido. Yo creo, y no quiero inmiscuirme en asuntos ajenos, que fue Alfonso que inventó el aparato. Nada, que le digo que lo llaman. Va a estar muy contento, porque le llaman poco, la verdad, solamente el Carlos Herrera, la Rosa Quintana esa, el Vallés, los de «Intereconomía», los del «Toro» y la «Trece». Ya viene, ya viene, le paso el terminal…

- Sí, amigo mío, ¿quién eres, miarma? ¡Qué día más bonito hace hoy!

- Hola, señor Guerra, no había sabido de usted desde el manifiesto en defensa del reinado de Juan Carlos I, hace tres años fue ¿No?

- Sí, ¡como pasa el tiempo! Yo ya con ochenta y tres tacos, pero en plena forma, oiga. ¿Le he contado alguna vez aquel día que corrí diez minutos delante de los grises? Llovía y sin embargo lucía el sol. Llovían tortas, amigo, que rápido y que ágil era yo para escabullirme por todos los vericuetos. La ardilla, me llamaban. No te digo, siendo el undécimo de trece hermanos… ¿Qué no iba a saber yo? Más listo salió Juan, que fue el menor. Dígame buen hombre, ¿Qué se le ofrece? Estoy a su servicio.

- Le llamo en relación a sus declaraciones respecto a la amnistía. En «Onda Cero» dijo que la reunión entre Yolanda y Carles fue una infamia y que la amnistía entierra la transición y la memoria, en «El Mundo» exclamaba que los socialistas deberían rebelarse contra la ley de amnistía, en la Sexta dijo que su partido ha perdido el norte, en Antena 3 afirmó que la ley de amnistía se pagará caro, en la presentación de su libro ha dicho que Pedro Sánchez es un disidente del PSOE, en «La Razón» dicen que dice que la amnistía es la condena de la democracia. ¿No cree que está exagerando un poco? La otra noche, las huestes de Abascal gritaban: ¡Dales caña, Alfonso! ante la sede socialista, como decían los militantes socialistas en las elecciones de 1982.

- ¡Hay, las elecciones de 1982! Las recuerdo como si fueran ayer. ¡Nunca más ha habido en España un partido más glorioso que aquel, que zaga y que delantera teníamos! Con permiso de la Montero, ni la mismísima Rocío Jurado. Aquello fue la Champions de las elecciones. Pobre Carrillo, aquí te veo aquí te pillo.

-Perdón, es aquí te pillo, aquí te mato.

-Vale, lo que sea, pero no rimaba con Carrillo. No sé si le he contado nunca el mitin que dimos con Felipe en la cuenca minera/

- Volvamos al tema de la amnistía, ¿Qué le parece que los de VOX griten ¡Felipe presidente! en las narices de Pedro Sánchez?

- Yo le niego la mayor, mi buen amigo que no sé su nombre ni porque me llama, porque para mi todos los seres humanos formamos una unidad espiritual, una alma universal. Ya le digo que quien ha dicho todo esto no he sido yo.

- ¿Cómo que no ha sido usted?

- Mira, pequeño saltamontes, con lo de la Inteligencia Artificial esa, han metido mi voz en un programa informático del copón, el chat no sé qué,    y han usurpado mi personalidad, haciéndome decir cosas que no he dicho, no digo que no las haya podido pensar, pero que no he dicho jamás. Además, han creado un holograma de mi menda y lo están paseando por todas las televisiones. En este mundo traidor ya no puedes creer en ná. Aquel Arfonso ya no existe, aquel aguerrido socialista no marxista ya quedó para los libros de historia, aquel vivaz polemista capaz de contradecirse a si mismo sin pestañear ya fue pasto de funeral. ¿A mí que me importa la amnistía? ¿Qué me va a importar a mí? ¿Qué más da una amnistía más o menos, si al planeta le quedan cuatro días? ¿No te das cuen que esto se termina y que sólo nos queda tiempo para hallar la paz? ¡A mi qué me importa Sánchez! ¡A mi qué me importa er Beti! Ay, er Beti. Yo ya dejé aquel mundo mundanal y por fin emprendí el camino hacia la luz, la paz, hacia la perfección.

- No entiendo ná, señor Guerra. Y perdone, se me ha pegado el apócope. Con esto del móvil ni siquiera sé dónde está usted, podría estar en cualquier lado. Yo ya le digo que estoy en casa, tecleando el artículo de esta semana en el Menorca.

- Foh, no se atormente camarada. Está ante un nuevo Guerra. No lo he anunciado a bombo y platillo, como harían otros, pero sigo mi camino. Estoy en el monasterio de Guardaelvivir.

- ¿Qué es eso de guarda el vivir? ¿Una secta?

- Está apollardao, hermano. A ver, he dicho Gua-dal-qui-vir. Es un monasterio cisterciense que ha adquirido el gobierno chino para fundar un templo para la paz y la armonía planetaria/

- Pero si los chinos son comunistas, ¿cómo van a crear una cosa así?

- Bueno, pues serán coreanos. No me meta bulla. Lo que es seguro es que tienen los ojos rasgados. Entré de novicio hace un año. Lo primero que hice fue hacer la paz con mis recuerdos. Me dijeron, llama y pide perdón a todos los que ofendiste, a todos los que maltrataste de palabra u obra, a todos los que calumniaste. Por suerte, en el monasterio tienen tarifa plana. La verdad es que la mayoría están difuntos, que en paz descansen. Así que para pedir perdón tuvimos que recurrir a una vidente. No dice nada Irene Montero, que la videncia sea una profesión exclusivamente femenina. Y que le parece, el rencor de los vencidos aún es enorme. Pero el asunto era pedir perdón, no que me lo concediesen. Así que ahora estoy en una segunda fase en mi camino hacia el karma: la meditación matutina. Cada mañana, cuando el alba, subo desnudo a una colina y medito durante tres horas debajo de un olivo para fundirme con la naturaleza. Mi maestro me dice que así alcanzaré la iluminación, el nirvana, la ausencia del deseo y, por lo tanto, del sufrimiento. Se trata de prescindir de todo lo innecesario para poder centrarme en lo realmente importante y fundirme con el universo. Es la vin compae, miarma.

- Todo esto es muy bonito, y sorprendente. ¿Y cómo lo lleva?

- ¡Quieres que te diga, picha! Aún me falta. Por un lado, el frío, y por otro, er Betí. Por lo del frío, creo que les voy a preguntar si tienen algún otro monasterio por Cuba o Costa Rica. Y lo der Betí, picha, que no, que no me lo puedo quitar de la cabeza, que soy der Betí a jierro. Y los monjes, mucho zen y mucha hostia, pero no nos dejan ver la televisión. Dicen que la televisión es el primero entre los bienes prescindibles, que me olvide del nirvana si sigo viendo la Sonsoles por el móvil.