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Las negociaciones y pactos de Pedro Sánchez con otros grupos políticos han sido un ejemplo perfecto de cómo debe funcionar una democracia. La capacidad de coordinar esfuerzos entre diferentes grupos es muy importante para que funcione un gobierno y que consiga hacerlo por la voluntad de una mayoría de votantes.

Eso no parece que lo entienda la oposición, que solo intenta fomentar la crispación y el odio. Para ellos solo hay un grupo de auténticos ciudadanos, los buenos, los que les votan a ellos. Los independentistas, nacionalistas, comunistas y otros grupos no son aceptables para pactar, a menos que ellos necesiten los pactos, como cuando ocurrió con Aznar y Pujol.

La inclusión de una amnistía entre los acuerdos del gobierno y los partidos independentistas catalanes ha desencadenado multitud de protestas en los partidos de derecha. Lo hemos visto estas últimas semanas con los dirigentes del PP y Vox estimulando manifestaciones violentas contra las sedes del PSOE, cosa que no es aceptable. Las manifestaciones pacíficas son siempre razonables sea cual sea el principio que las mueve. Pero el uso de la violencia no debería ser estimulado por partidos políticos.

Las manifestaciones en Madrid en la calle Ferraz me han llevado a pensar que estábamos al principio de los años treinta del siglo pasado. Se ha cantado el «cara al sol» y el himno de la División Azul. Se han producido gritos vitoreando a Franco y a Hitler con llamadas a un Alzamiento. Se ha insultado a la prensa y a los periodistas, pero sobre todo se ha insultado a Sánchez. Se pedía a la policía que no cumpliera las órdenes y se ha usado la violencia contra ellos. Parece como si el fascismo rebrotara de nuevo.

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Los dirigentes del PP se mantienen bastante callados sobre la violencia mientras los de Vox la estimulan. Pero ambos no paran de atacar a Sánchez. El otro día Ayuso acusó a Sánchez de montar una dictadura, o sea que si los otros hacen pactos para tener una mayoría en el Congreso eso es dictadura, pero a Franco nunca lo llaman dictador.

Los partidos que se autodenominan constitucionalistas declaran que la amnistía va contra la Constitución. Parece que se olvidan de que la democracia española y la Constitución se construyeron en las base de la amnistía del año 1977. Esta ley fue la base para establecer una concordia nacional que permitió salir adelante de la dictadura de Franco. Además los dirigentes del PP se olvidan de la amnistía que Rajoy concedió en 2012 a los que defraudaron a la Hacienda pública no pagando los debidos impuestos. Pero claro, estos eran ricos y los ricos son buenos para la derecha.

Realmente no hay nada contra la amnistía en la Constitución. Así lo ha dicho claramente el juez Joaquín Bosch citando directamente a la Constitución: «se ejercerá el derecho de gracia, de acuerdo con la ley» y ha añadido «derecho de gracia, eso ha dicho el Tribunal Constitucional, es indulto y amnistía». Por tanto hasta que no haya una ley concreta sobre la amnistía no se podrá decidir si es constitucional o no.

En un país multinacional como es España, es muy importante el diálogo entre esas diversas nacionalidades para que se integren en un solo país. La derecha lo que quiere es someter a todos los ciudadanos a una sola nacionalidad. El hacerlo por la fuerza, como lo hizo Franco, solo genera fracturas en el país que son difíciles de sanar. Las políticas que llevó a cabo Rajoy en Cataluña hizo que aumentara mucho el voto independentista y que nos aproximáramos a una rotura. La amnistía puede ser un paso para avanzar en el dialogo y evitar roturas.

Los dirigentes del PP y Vox acusan a Sánchez de romper a España, pero es todo lo contrario. Las políticas de PP y Vox causan rotura por imponer una nacionalidad a la fuerza mientras que el dialogo y los pactos pueden sanar las roturas. Entonces ¿quién es que rompe España? Creo que es muy claro que no es Sánchez sino los que le acusan de hacerlo.