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Si es usted un jubilado comprenderá lo que expreso y si todavía no lo es pero le falta poco, tome nota para no llevarse sorpresas. Cuando la jubilación está a la vista, surgen de la nada profetas con mentalidades de adolescente que te aseguran que lo que está por llegar es un campo de rosas, la plena felicidad y el tiempo es oro para que lo puedas invertir en lo que quieras. Luego, cuando ya estás en el ajo resulta que el tiempo no es el oro prometido y que la inversión que te habían asegurado es de tipo sanitario y de constantes visitas a las farmacias. Te van desapareciendo esos conocidos de siempre con los que te cruzabas en la calle y si deseas verlos, no tienes más que entrar en una farmacia.

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Te preguntan cómo estás y la respuesta suele ser siempre que vamos tirando convencidos de que si vas tirando es que todavía te quedan reservas. Las pequeñas molestias de antes se te van convirtiendo en dolores insoportables que vas amortiguando gracias a los médicos y a la existencia de los laboratorios farmacéuticos. Tus nietos de corta edad, si los tienes, son tus juguetes preferidos con los que intentas romper la frontera dialéctica por la diferencia de edad.  Sin ir más lejos mi nieta intentó explicarme a tal velocidad algo de su cole que, ante mi cara de extrañeza, me preguntó si es que estaba algo sordo o es que no la entendía. Tuve que admitir que un poco de cada. Pero no crean, esto de estar algo sordo y no entender o no querer entender muchas cosas, es el pan nuestro de cada día y nos sirve de escudo.