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¿Cómo están, queridos lectores? ¿Son previsores y tienen ya los regalos de Navidad, o por el contrario son de los que esperan a última hora? Ambas opciones son válidas siempre y cuando no se lleven a un extremo. Es decir, los que compran los regalos en agosto viven en una ansiedad perpetua que no les deja ni cagar a gusto porque siempre tiene cosas que hacer, muchas cosas que hacer, y eso es un sin dios de vida que te lleva directo al Diazepam, o a que algún coach con labia y cara de cemento te saque la pasta sin remordimientos por decirte que seas la mejor versión de ti mismo, menuda gilipollez. Si por el contrario esperas al último día, al último minuto, acabas comprando cualquier mierda por compromiso y demuestra que el cariño que sientes por las personas a las que vas a regalar tampoco es muy grande. He visto a personas correr de una tienda a otra con una lista un cinco de enero a las ocho de la noche, comprando kilos de chorradas sin mirar solo por cumplir con la obligación, estos acabarán solos.

En base al párrafo anterior alguien podría pensar que voy a argumentar que los extremos se tocan, que en el medio está la verdad, que no todo es blanco y negro, que los grises y blablablá. Pero lo cierto es que no lo voy a hacer. Si uno entra en esa dinámica, sin la más mínima reflexión, acaba afirmando estupideces como que ni machismo, ni feminismo, sino igualdad, que ni de izquierda ni de derechas sino normales, que se quiere llevar bien con todo el mundo y no molestar a nadie. Vayamos despacito y cojamos aire aprovechando el punto y aparte.

Los extremos no se tocan ni por asomo. No es lo mismo ser extremadamente empático que extremadamente psicópata, no es lo mismo ser extremadamente explotador que extremadamente explotado. No es lo mismo creer con radicalidad en la igualdad de oportunidades y derechos que ser extremadamente clasista. No es lo mismo ser un radical fascista, xenófobo, misógino y homófobo, que un radical defensor de los derechos de las personas inmigrantes, de las personas Lgtbiq+, de las mujeres y además ser un fundamentalista en la defensa de limar desigualdades entre ricos y pobres. No es lo mismo ni de coña.

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Y por supuesto que tendría que ser obligatorio caerle mal a alguien y ser contundente en las formas y en el fondo cuando la situación lo requiere. No caben medias tintas en temas como el genocidio que está cometiendo el gobierno de Israel sobre el pueblo palestino. Decir que Netanyahu es un nazi y un sicópata es una descripción de los hechos sencilla y hasta amable, nada más. No olvidemos ni por un minuto que ya han sido asesinados más de 18 mil personas en Gaza, es como si en nuestra Menorca hubieran matado a todos los habitantes de Sant Lluís, Alaior y Ferreries sin dejar ni uno solo. ¿Quién es el radical, el que comete el genocidio o el que lo señala? Pues eso joder, a ver si empezamos a incomodar un poquito a la gentuza que está tomando el mando del mundo con una chulería que no se puede soportar ni un minuto más.

Si para defender la razón que hay en el fondo de la justicia, la libertad, la paz y la igualdad, tenemos que mandar al carajo las formas, pues se las manda y ya está. Rompamos el libro de estilo, porque ya no podemos ser tibios ante los cafres ultraderechistas y neoliberales que asesinan y expolian sin cortarse un pelo. Podemos alegar guillotina dialéctica, cual jacobinos del siglo XXI, en legítima defensa, cualquier jueza sensata nos dará la razón. Lúpulo y feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com