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Considerando que abundan los estafadores, los asesinos, los idiotas muy agresivos, los malvados, los líderes megalómanos y toda clase de seres asquerosos, quizá sería injusto y exagerado decir que la peor plaga que sufrimos los humanos, peor que los mosquitos, son los pelmazos. Y sin embargo, apenas diez minutos después de tener la mala suerte de tropezarse con uno, el sujeto más ecuánime, al borde del ataque de nervios, estaría dispuesto a jurar que esta es la experiencia más desagradable de su vida. No es cierto, claro, y se olvida del pelmazo en el mismo instante que consigue librarse de él, pero mientras dura el terrible acoso del pelma, despotricando, murmurando y refunfuñando soliloquios más o menos autobiográficos, inmune a cualquier gesto de rechazo, es fácil sufrir una enajenación transitoria y creer que jamás habías soportado algo así. Y que nada, ni siquiera el peor asesino en serie, llega a ser tan despiadado. Porque los pelmazos, extraordinariamente insistentes, no conocen la compasión humana, ni reparan en los esfuerzos de cortesía que realiza la víctima para no agredirles físicamente. Esfuerzo titánico que, como no somos titanes, es los que nos lleva a la ofuscación transitoria mencionada.

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En un estado mental sereno, cualquiera piensa que los pesados y latosos no son para tanto, y que podrá soportarlos sin problemas. Pero no, es imposible. Sobre todo en las últimas décadas, cuando el marketing, la publicidad, la política y la cultura digital, basadas en la insistencia, han profesionalizado a muchos y expandido su número y su ámbito de actuación. Los pelmazos se expanden, como el universo. Y si un pelma es ya de por sí una criatura inmisericorde, el pelmazo profesional es otro nivel (un nivel muy competitivo), y las personas decentes estamos indefensas ante sus reiterados ataques. Cómo vas a defenderte de unos tipos cuyo trabajo de dar la lata constituye el 16 % del PIB, y casi el 92 % de la política. Desde que algún genio (del marketing) descubrió la supervivencia del más pelmazo, que es el que triunfa en todas partes, ya no hay piedad ni refugio en este mundo. Por lo demás, nunca traten de razonar con los pelmazos. Huyan si están a tiempo.