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Advertencia: el escrito de hoy podría incomodar a ciertas miradas piadosas y a algunas entendederas virtuosas. Les presento disculpas. Sorry. Les cuento: hace muchos años, en los setenta, viví un tiempo de inquilino en una casita de campo situada en el número 69 de Pou Nou, en Sant Lluís. Estaba rodeada de minifundios realmente minis vividos por buenas y básicas personas (por cierto, siempre pensé que la abuela de Camus provenía de esta zona). El caserío, de espíritu hippioso y armonioso con el entorno, se prestaba a admirar flores y capullos, a aprender cálculo social y a escuchar a Led Zeppelin, a los Stones y a Los Who. Sin olvidar nunca a Janis, los Kinks o a Hendrix, claro. Eran los tiempos del ‘make love, not war’ y época de lejanías mentales. Era cuando Huxley, Orwell, Miller, Kerouac, Hess ... eran los autores de cabecera diaria.

Hacía unos años habíamos completado estudios en el Insti de Mahón y, volviendo a la numerología, ya conocíamos el famoso número aunque solo fuese en la imaginación. Reconozco que en aquella casa de Es Pou Nou repasé cosas importantes sobre la vida. En el fondo fue como una clase de repaso como las que nos daba el Sr. Ortega de la calle Isabel II que después de ocuparse por las mañanas de la electricidad de todos, nos ayudaba a repasar nuestros problemas matemáticos por las tardes. O las del Sr. Calderón de Sa Costa d’en Ga, cuando nos aclaraba las dudas sobre las Galias y los rosa-rosae que nos pudieran surgir.

Los tiempos ‘insti-tucionales’ fueron época de guateques y de pensamientos impuros que gestionábamos como podíamos. Aunque casi siempre de la misma forma. Finalmente vivir la adolescencia, el despertar a la vida y la primera juventud durante el franquismo no fue tan malo. Éramos baterías acumuladoras de energía que explosionarían más adelante. Quizás inicialmente no disfrutamos de excesos concretos pero sí de emociones a raudales. Y sobre todo, la situación monacal nos aceleró la imaginación y nos proporcionó armas que, irónicamente, más tarde nos sirvieron para planificar ataques y acercamientos exitosos.

En la época en Sant Lluís uno adoraba su libertad individual, esa que te hace insustituible en tu mundo, un tiempo en el que ni te pasaba por la imaginación que alguien pudiese caer algún día en las garras mafiosas del nacionalismo porque esa perversión no cuadraba con tus amplias miradas universalistas. Lo que unía entonces a muchos de los jóvenes del mundo era el sonido convertido en forma de vida. Habían acabado las religiones monoteístas y ya solo quedaba la adoración a los ídolos de carne y hueso que emitían ruidos diversos.

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En aquel tiempo vivir en el campo era una tarjeta de presentación. En esa naturaleza el sexo no quedaba relegado al último lugar. Eran tiempos del ‘love the one you are with’ según Steven Stills aunque casi siempre se ha confundido sexo con amor menos cuando este es verdadero. Una vez escribí que en aquel tiempo, en pleno franquismo, echar un polvo era un acto de rebeldía e insumisión social. En Madrid comenzaba la llamada movida madrileña, una auténtica guarrada antiestética que únicamente servía para ‘jartarse’ a birras y a porros en la Plaza del 2 de Mayo y ligarse a cuantas más tías mejor. También fue la mejor época de Barcelona cuando la ciudad aún no había caído en los excesos del localismo retrógrado. La segunda ciudad española era un lugar realmente alegre, una enorme pista de baile donde se danzaba al ritmo de la rumba catalana y de la orquesta plateada; un lugar con marxa sin fin. El Drugstore del Paseo de Gracia, el Boccacio y algunos locales de Tuset Street eran el centro de la movida intelectualoide catalana, antes de que el pujolismo destruyera toda la personalidad internacionalista de la ciudad. El pueblo llano y joven se divertía en las llamadas ‘tascas’ off-Ramblas. En aquel tiempo no había ninguna necesidad de ‘fer país’ porque ya estaba hecho: era el país de la libertad individual frente a la esclavitud del colectivo conducido como rebaño por unos locos de atar.

Pero nos hemos desviado. Hablábamos de un número carismático, un número famoso que algunos reivindicaron su inclusión específica en la nueva ‘ley mordaza’ del Sí es sí. El redactado de la nueva ordenanza general de la relación entre machos y hembras (y medianías) solo solicita concreta autorización para poder completar o no la acción final con la venia, al menos oral, aunque preferiblemente escrita, de la pareja (se supone que tanto femenina como masculina). Pero lamentablemente no concreta nada más. Una pena. ¿Cuántos abusos se han cometido bajo el amparo de la debilidad masculina? ¿Cuánta testigo de cargo para el hombre? Bueno, para... no lo compliquemos más, acabemos aquí. Feliz Año nuevo.

Notas:

1- Lo revolucionario hoy no es ser progre sino combatir a todos los enemigos de la libertad.
2- Lo siento pero hay libros que no deberían publicarse porque reviven odios y rencores. Mejor dejar la historia en paz porque hubo maldad en ambos lados. Remover y querer difundir el mal pasado no es positivo aunque se recubra de reparación.
3- Jorge Campos ha sido designado por Vox para que elabore el borrador de una Ley Nacional de Lenguas. Argumentos: «Para que sea herramienta de cohesión social y no arma de división en manos de quienes buscan destruir la nación española». Justo lo contario de lo que Sánchez ha prometido a Aragonès.
4- ¿Por qué debe considerarse democrático y progresista poder insultar al Rey? ¿Y por qué lo apoya el PSOE que ahora forma el Gobierno de su Majestad?
5- El Gobierno compra el 10% de Telefónica. ¿Apología del franquismo?
6- ¿Por qué puede Sánchez (y Armengol) pactar con los radicales extremistas y el PP Baleares no puede hacerlo con quienes consiguieron 62.000 votos democráticos en nuestras islas?
7- Los inicios de la legislatura balear / menorquina pueden ser confusos pero todo se andará. Ya lo verán.
8- Keith Richards cumplió 80 años el pasado lunes dia 18. El próximo año vuelve a salir de gira.