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Voy a terminar el año de manera distinta a la que he mantenido en los cincuenta y un escritos anteriores. O al menos lo intentaré. Vamos, que apartaré por unos instantes las conspiraciones judeo-masónicas existentes y por existir, y todas aquellas relacionadas con la Agenda 2030. Y me paro, que sino a quien van a apartar será a un servidor.

El título parece acorde con la fecha de hoy. Pero no, no es ninguna inocentada. Eso sí, faltaría añadir que previo pago el abrazo estará permitido. Vamos que no es una prohibición en toda regla. Sólo para algunos. O para nadie. Y es que a veces las prohibiciones nos recuerdan a viejas prebendas. Eso sí, con la bula por delante. Que en esto no cambiamos tanto.

La prohibición podrá afectar a unos doscientos mil abrazos anuales. Eso sí, todo depende de la decisión que tomen los políticos, los ecologistas y la presión del resto. Pero bueno, si hay dinero por medio, seguro que hay consenso entre unos y otros. Y todos contentos.

Quien parece que no tiene nada que decir, de momento, es el Ministerio de Igualdad. Nada han dicho del «sí y solo sí». Eso sí, deberían remarcar que una de las partes intervinientes debería ser del reino vegetal. Exactamente la Sequoia sempervirens que habita en Cantabria. Y más concretamente en el municipio de Cabezón de la Sal. Y que no vale cambiarse de reino. O sí. Tal vez tendrá que decidir el TC pero bueno, el resultado ya se presupone. Que entre reinos anda el juego. ¿O era entre pillos?

Y es que el bosque se está estresando.    Vamos, que tras la pandemia de la covid-19, son muchos los visitantes -cientos de miles al año- que acuden al Monumento Natural de las Secuoyas del Monte Cabezón a abrazar las secuoyas allí existentes. La práctica antiestrés humana ocasiona un deterioro en el bosque con degradación de la corteza incluida. Y ya se sabe, del uso al abuso…

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Son árboles que se plantaron en 1940 con el objetivo de utilizar su madera y con los años se han vuelto un reclamo turístico. Y, desde 2003 son además monumento natural por ser «una especie rarísima». Ahora, ni madera ni abrazos. O al menos, moderados y previo pago.    Y es que la presencia del hombre -ahora sí- deteriora. Aunque si se paga, deteriora menos. O eso parece.

Y eso lo sabemos bien los isleños con el pago de la ecotasa. Y con las subvenciones a los ecologistas. Jajaja. Al final no me he podido resistir.

Al menos -y de momento- los abrazos con consentimiento entre humanos, no tributan. Tiempo al tiempo.

Bon Any.

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