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Retoques en el Gobierno obligados por la marcha de Nadia Calviño a lo más alto del BEI (Banco Europeo de Inversiones). Ella, feliz con la escapada, que ya había intentado antes como aspirante a directora gerente del FMI (Fondo Monetario Internacional) y luego a presidenta del Eurogrupo. Nunca perdió su perfil más funcionarial que político. Igual que su sucesor, Carlos Cuerpo, que era su mejor asistente en reuniones de los organismos económicos internacionales. Un servidor del Estado en la valiosa rama de sus técnicos comerciales. Uno de los mejores. Sin desbordar el carácter puramente técnico del trabajo. Así fue siempre, mientras ejerció de aventajado catecúmeno de José Luis Escrivá primero (cuando Escrivá dirigía la AIReF) y de la ya exministra Nadia Calviño. Razones de estricta aplicación a Calviño. De ahí que nunca fue vista como posible sucesora de Sánchez.

Al revés que María Jesús Montero, cuyo papel cien por cien político le ha valido para convertirse ahora en vicepresidenta primera. O sea, número dos en el Gobierno y en el partido, mientras que el ministerio de Economía pierde rango político y consolida el perfil técnico de su antecesora con el nombramiento de Carlos Cuerpo, de acreditada solvencia administrativa y académica. Ya como ex secretario general del Tesoro, el sustituto de Calviño ha sido uno de los responsables de financiar la pavorosa deuda pública del Reino de España (¿habrá que recordar que debe mucho más de lo que produce?). Ya como ministro de Economía, tiene todas las papeletas para actualizar los encontronazos de su antecesora con la todavía vicepresidenta segunda del Gobierno y representante de la balcanizada amalgama de fuerzas a la izquierda del PSOE. Aunque ahora tendrá que pasar por el aro político de la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, que casualmente marca la tendencia polarizadora de la Legislatura y de los retoques decididos por Sánchez este viernes. Retoques. Esa es la palabra, una vez explicado el salto político de María Jesús Montero a la vicepresidencia primera del Gobierno. Lo demás se queda en una mera reasignación de competencias al ministro Escrivá que, a partir de ahora lo será también de la Función Pública, además de seguir siendo de Transformación Digital. Lo de reducir el número de vicepresidencias, de cuatro a tres, no es relevante en el nuevo organigrama del Ejecutivo. Pero sí es relevante la dosis de recuerdo sobre cómo el núcleo duro de poder se concentra en el trío Sánchez-Montero-Bolaños, hacedores de la ecuación que configura un panorama condicionado por subversivos compañeros de viaje, empezando por ese mini gobierno de cuatro departamentos (cinco con el de su jefa) que preside de aquella manera Yolanda Díaz.