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No sé ustedes, pero yo ando medio congelado y gracias a ello he comprendido lo que pueden sentir las espinacas o el pescado cuando lo metemos en el congelador. Claro que la percepción de ese frío es distinto, ellos carecen de vida y nosotros tenemos la oportunidad de abrigarnos o acercarnos a alguna estufa o radiador. Pero ese frío que te cala hasta los huesos no solo te ralentiza las neuronas sino que también de impide darle con la suficiente soltura a los teclados del móvil u ordenador.

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Ahora toca convivir con los virus de todo tipo, gripes, covid y muchos otros variados que nos atacan las vías respiratorias.   Yo antes de que las autoridades sanitarias plantearan la posible obligatoriedad de utilizar mascarilla en centros hospitalarios ya me la ponía e incluso en farmacias. En una de mis últimas visitas me topé con dos personas tosiendo y sin protección alguna y llegué a la conclusión de que todos los que estaban esperando a ser atendidos, no estaban allí para comprar lechugas sino por problemas más o menos importantes relacionados con esos virus.

Los virus cuando se reúnen en los centros sanitarios, siempre me he imaginado que deben ser grandes como melones y ocupando todo el espacio con el único fin de que vayamos tropezando con ellos. Yo les aconsejo que utilicen la mascarilla en esos lugares y no solo por obligación, sino sobre todo por precaución hacia los demás y por usted mismo.