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Era muy joven cuando, en 1977, pistoleros de extrema derecha asesinaron a tiros a su hermano Arturo en plena calle de Madrid en una manifestación por la amnistía. Al día siguiente la policía mató en una manifestación que denunciaba el asesinato de Arturo a la estudiante Mari Luz Nájera. Aquella noche otros pistoleros fascistas llevaron a cabo la matanza de Atocha. Nuestra Transición ni fue tranquila, ni fue modélica. Es mucha la sangre inocente vertida para traernos la democracia. Y mucha la deuda que tenemos con quienes la vertieron.

Manuel dedicó su vida a denunciar el asesinato de su hermano que, como tantos otros, quedó impune. Uno de sus asesinos, fugado, nunca fue juzgado. El otro, condenado, fue amnistiado. Qué cruel paradoja que quienes asesinaron a Arturo por pedir la amnistía salieran de la cárcel gracias a ella. Una a una se fueron cerrando todas las puertas de la justicia española en el interminable peregrinar de juzgado en juzgado de Manuel. Eso le llevó a adherirse a la conocida como querella argentina que, al amparo de la justicia universal, es competente para juzgar crímenes de lesa humanidad, como el de Arturo y tantos otros.

Incansable, junto a sus inseparables Carlos Slepoy y Chato Galante, participaba en cuantos actos de denuncia organizaban para denunciar la impunidad del franquismo y la Transición. En 2017 murió Carlos, en 2020 Chato, y el 21 de noviembre pasado Manuel. Tres luchadores infatigables contra la impunidad que han muerto sin llegar a ver justicia.

El caso de Manuel es sangrante. Pocos meses antes de morir dos periodistas de «El País» dieron con el asesino fugado de su hermano en Argentina, donde llevaba 46 años. Nunca será juzgado porque el caso prescribió en el año 2000 por hallarse en paradero desconocido.

Mi recuerdo de Manuel es de luz, la de su mirada, la de su sempiterna sonrisa y la de esa mano siempre tendida a quien la pudiera necesitar.

El último proyecto de Manuel es la película «Las armas no borrarán tu sonrisa», que se estrenará próximamente en cines y que cuenta todo lo ocurrido en aquella Semana Negra de la Transición y las injusticias que sus víctimas han tenido que soportar durante 47 años de impunidad e ignominia.

Estaba ya ingresado muy grave en el hospital cuando recibió la llamada de Adolfo Dufour, el director de la película. Quedó con él en que al día siguiente le llevaría una copia al hospital para que pudiera verla. No llegó a tiempo. Manuel murió aquella mañana. Su recuerdo y su ejemplo no morirán jamás. El olvido no borrará tu sonrisa.