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Parece que ya se acabaron los festejos, el último la celebración de Sant Antoni que yo no sabía era fiesta en el sentido de que casi todo está cerrado, pues bien ahora tocaría ponernos a trabajar y ver si podemos revertir, aunque sea un poquito, la situación económica que viene cargadita de pocas alegrías.

Y cuando digo pocas alegrías quiero hacer hincapié en el tema de la vivienda.    ¡Vaya temazo!, ¿verdad?

Cuando he leído hoy en «Es Diari» de Menorca que aquí un joven debería aplicar el 95 por ciento de su salario para poder emanciparse, me he topado con una realidad que, no por ser desconocida, me ha sobrecogido.

Y parece que ningún gobierno puede solucionar esto. Ni que promotores vayan a rebajar sus números para beneficiar a este colectivo que, con la porquería de sueldos que están cobrando (aquellos que tienen la suerte de tener trabajo) no va a conseguir salir del entorno familiar e independizarse.

Con lo chulo y emocionante que es dejar el nido familiar y volar de cara a nuevas etapas vitales, volar hacia la búsqueda de tu destino, volar con aquellas compañías que has elegido, o en solitario... en fin hacer lo que la mayoría de gente de mi generación pudimos hacer cuando apenas habíamos cumplido los 20 años.

Y creo, casi estoy segura, de que esta situación debe ser muy frustrante no solo para los jóvenes, ávidos de independencia, sino también para los padres o familia con la que están conviviendo. Esta frustración suele convertirse en actitudes que en ocasiones hacen daño no solo al propio joven, sino a quienes viven con ellos o a la sociedad en su conjunto.

La frustración es una emoción nada agradable, dolorosa incluso y que no sé si sabemos manejar adecuadamente. Sobre todo si estás en esa época adolescente y juvenil (13 a 28 años?). Porque soñar es gratis y poner ilusión en el presente y futuro tampoco cuesta mucho. Lo doloroso es cuando lo que quieres o pensabas que iba a pasar, no ocurre y aun más, existen serios impedimento que lo hacen inviable a corto pero también a largo plazo.

Porque seguramente una persona desengañada lo que va a repartir a su alrededor son respuestas y actitudes fruto de la rabia, o quedar desanimado (¿deprimido?) ante su impotencia o caer en una tristeza difícil de superar.

Los jóvenes frustrados entran en un bucle que no les deja reaccionar y reintentar con todas sus fuerzas otros escenarios en los que quizás podrían satisfacer en parte o totalmente sus aspiraciones, pero ante el tema de la vivienda, todas las ilusiones de este colectivo acarrean una gran mochila de impotencia. De rabia.

Me diréis que hay vías para emanciparse, para salir de casa... Sí claro, la mayoría que lo hace comparte piso, o alquila una habitación, pero es verdad que no todos los jóvenes tienen esa posibilidad.

Aquí en nuestra isla ¿es eso posible? Si tenemos problemas de vivienda incluso para familias enteras que podrían alquilar si los precios y el acceso fuera más razonable. Pero también debería ayudar la administración, cuya obligación es facilitar la vida al ciudadano. ¿Vivienda social? Vamos muy, muy atrasados y eso se traslada a que estamos como estamos.

No es un problema solo de nuestra Isla, solo hace falta leer cada día la «preocupación» de todos los gobiernos que desde hace más de veinte años han ido pasando por La Moncloa y ninguno ha sido capaz de solucionar esta situación. Es verdad que el año pasado, y seguro que anteriormente ha habido mas de un «plan» que se han incumplido, pero en el 2023 se estableció un Plan de vivienda en alquiler asequible (PVAA).

La promesa: más de 184.00 viviendas de estas características (PVAA).

¿Alguien se atreve a ver qué ha pasado con esta promesa?