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¿Cómo están queridos lectores? Espero que lo mejor posible porque tengo una pregunta que hacerles y les quiero lúcidos para contestarla: ¿piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles? Yo creo que todos estamos cagados de miedo por el futuro, por eso nos gustan tanto las series distópicas, porque nos reconforta pensar que todavía no estamos tan mal como para correr delante de un enjambre de zombis que nos quieren comer crudos.

Hemos renunciado a creer en un mundo mejor porque vemos como los malos ganan una y otra vez, las desigualdades crecen a toda pastilla y los genocidas, como el de Palestina, no cesan. Los fascistas de nuevo cuño y los neoliberales del capitalismo más cruel nos han hecho creer que no hay alternativa a su sistema de mierda y estamos todo el rato poniendo parches que no sirven para mucho, la verdad.

Ejemplo de parche inútil: es mero maquillaje ecologista que nos digan que no usemos pajitas de plástico mientras dejan que Repsol campe a sus anchas. Hablamos de una compañía que cuenta con un nutrido historial de atropellos medioambientales y a los Derechos Humanos, que afectan a miles de personas y que ha destruido importantes ecosistemas. Pero mira tú, hace unos anuncios con unos paisajes preciosos, que dentro de poco harán con un croma porque la propia Repsol los está arrasando.

Vivimos tristes. Como no podemos cambiar el mundo «porque no hay alternativa» lo que hacemos para aguantarlo es drogarnos químicamente con lo que nos venden las farmacéuticas, o emocionalmente con lo que nos venden los coaches del mercado de la felicidad.

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Hay que «Soñar de otro modo», como nos cuenta en su libro el filósofo Francisco Martorell Campos. Debemos crear nuevas utopías, la de Tomás Moro y similares ya no sirven, porque claro que hay alternativa a esta cloaca de mundo que nos están vendiendo. Joder, hasta hace nada, era utópico pensar que sería posible el sufragio universal, o abolir la esclavitud, o que se pudiera trasplantar un corazón, etc. Sin embargo todo eso y mucho más se consiguió, a pesar de las reticencias de unas elites que se negaban al cambio para no perder su status privilegiado.

Hay que pasar al ataque, llamar a los fachas por su nombre, decirles a los neoliberales que su sistema genera sufrimiento y que se lo metan por donde más les duela. Hagamos cositas útiles de verdad para que les explote la cabeza, como nacionalizar un banco y una eléctrica. Subamos mucho los impuestos a las grandes fortunas. Controlemos con contundencia la corrupción política y de las elites económicas. Gastemos todo el PIB en sanidad, educación, vivienda pública, servicios sociales, investigación y desarrollo. Controlemos los precios de los productos básicos para que nadie especule con el aceite y aún menos con la cerveza. Protejamos los espacios verdes y los mares y paremos a todos los que la esquilman y la contaminan. Recuperemos la conciencia de clase, conciencia que los ricos nunca perdieron por eso van ganando la partida.

Vamos con todo, si alguien se escandaliza por estas propuestas, que recuerde que son solo el principio del largo camino hacia la utopía de un mundo un poquitín más justo. ¿Soy un ingenuo y un flipado? Pues claro que sí, pero más ingenuos son los que se toman la misma medicina una y otra vez a pesar de estar empeorando cada vez más. Si recuperamos el pensamiento crítico todavía habrá partido y a lo mejor algún ‘macho facho’ trajeado, en alguna oficina de algún lujoso rascacielos, se lleva un susto. Lúpulo y feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com