Creo que hoy se votará en el Congreso la ley de amnistía, que si siempre fue un asunto de lo más desagradable, entre el secretismo y la tabarra mediática, en las últimas semanas y tras las sucesivas colisiones de órganos, instituciones y poderes del Estado (el legislativo, el ejecutivo, el judicial y el meramente aullador), convertido en un pimpón insufrible de medidas y contramedidas, blindajes por aquí y voladuras judiciales del blindaje por allá, se había vuelto tan insoportable que ni sabemos qué se votará finalmente, ni me importa lo más mínimo. Imposible determinar qué urdirán en el último minuto los beneficiarios de esa ley, ni cuántos serán exactamente, ni si el Gobierno lo acepará todo, ni tampoco si el magistrado García-Castellón del ‘caso Tsunami', instituido en la última defensa y baluarte inexpugnable contra la amnistía, tras descubrir que presuntos terroristas «pudieron tener en mente una acción contra el Rey», tendrá tiempo todavía para desbaratarlo todo legalmente.
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Colisión institucional
31/01/24 4:00
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