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Gloria Fuertes lo recitó en un verso «…era pasto de la noche, entendía de gritos de mujeres, sabía si parían o gozaban y reía o llamaba al cirujano». Al bisabuelo, que salió bien librado de la tercera guerra carlista, le confirmó el alcalde Bartolomé Torres Pons como vigilante del serenazgo; y para rondar de noche por las calles de Es Mercadal y velar por la seguridad del vecindario y de sus propiedades; y asistir a los enfermos. Su deber era mantener el orden y la tranquilidad…

El acta de fecha 10 de noviembre de 1887, de la que recuerdo haberles hablado, en el apartado ‘Policía urbana’ expresaba: «Seguidamente se dio cuenta de ocho instancias presentadas (…) pidiendo la plaza de sereno municipal de esta villa. Enterado el Ayuntamiento (…), acordó por unanimidad nombrar a Antonio Meliá Anglada sereno municipal de esta población, con el haber y las gratificaciones acordadas». Casi 40 años después, todavía era ‘pasto’ de la noche... No sabría decirles si le proveyeron de gorra, capote, chuzo, farol, canana, pito y matraca; solo sé que sus deudos heredaron un cayado de acebuche, mosaico, acaso intimidador… Eran otros tiempos, naturalmente.       

El sereno desapareció en los años setenta, sustituido por las patrullas policiales, sin embargo, algunas veces, surge desde la nostalgia, sin descartar ingenuidad, cuando, como en estos últimos días, ojeamos alterados las páginas de sucesos locales...