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Con la muerte de Jeroni Albertí desaparece una figura clave de la Transición política en Balears. Su protagonismo, desde el primer momento que entró en política al presentarse como independiente en la candidatura al Senado por la coalición electoral Unión de Centro, fue indiscutible.

Empresario de éxito en el sector hotelero, en el tardofranquismo ocupó la presidencia de Asima e impulso la creación del Instituto Balear de Estudios de Dirección Empresarial (Ibede), escuela de negocios que fue muy bien acogida por parte de la clase dirigente de Balears. Al frente del Instituto, que si no recuerdo mal estaba tutelado por el IESE, tuvo el acierto de nombrar a Jesús Monzón, un exiliado político vasco que residía en México DF, dotado de un carisma arrollador y con un gran conocimiento del mundo de la comunicación y el marketing, además de contar con una acreditada experiencia en la formación de emprendedores y directivos.

Durante un tiempo pasaron por Ibede una representación importante de la sociedad empresarial balear. Allí tuve la oportunidad de conocer a personas que, unos años después, fuimos compañeros en la UCD como Fernando Piña o    Pere J. Morey. También estuvo vinculado con Ibede el recordado Joaquín Molins, posteriormente importante político catalán que, como portavoz de CiU en el Congreso de los Diputados, tuvo que ver con el famoso Pacto del Majestic entre Pujol y Aznar.

Creo que la iniciativa de fundar Ibede, que desgraciadamente por falta de masa crítica no tuvo la continuidad deseada, fue un acierto importante de Jeroni Albertí que agrandó su imagen pública y puso en evidencia su apuesta visionaria por el management del conocimiento.

En el ámbito político, el resultado electoral del 77, al ser el senador más votado por Mallorca, le aupó a la presidencia de la Asamblea de Parlamentarios y, al mismo tiempo, a presidir la UCD    cuando la coalición electoral de Unión de Centro, celebradas las elecciones, se convirtió en partido político.

Durante los años de la transición Jeroni Albertí fue el gran líder de la política balear. El tándem Albertí, Félix Pons manejó los hilos de la preautonomía y con el ministro Clavero Arévalo pergeñaron el Decreto ley del régimen preautonómico de Balears que el 3 de junio de 1978 aprobó el Consejo de Ministros. La constitución solemne del ente preautonómico CGI, (que previamente había elegido presidente a Albertí, con la abstención del PSOE, y designado a los 4 consellers no parlamentarios. Juan Síntes Anglada y Josep Caules por Menorca) tuvo lugar el 28 de julio en el castillo de Bellver. Recuerdo en este acto la presencia, junto al ministro Clavero, del presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas. En sus inicios el CGI empezó su andadura sin apenas bagaje competencial y con los recursos económicos provenientes de la antigua Diputación, que prácticamente inoperativa, estuvo vigente hasta la celebración    de las primeras elecciones a los Consells Insulars, en abril de 1979.           

Mi relación personal con Jerónimo Albertí se remonta a esta época. Durante la etapa en que ambos militamos en UCD, tuve con él una buena relación personal y, también, porqué negarlo, algunas discrepancias políticas de calado cuando tuvimos que afrontar la redacción del anteproyecto de estatuto de autonomía. Durante todo el proceso estatutario Menorca tuvo un importante protagonismo que se fraguó gracias a la iniciativa de nuestro senador, Guillermo de Olives, que propicio un amplio consenso entre las fuerzas políticas menorquinas que se materializó en el llamado Pacte del Toro.

La composición del Parlament y el principio de subsidiaridad hicieron imposible que la Asamblea de Parlamentarios y Consellers aprobara por consenso el anteproyecto de Estatuto de Autonomía, que personalmente entregue, el 16 de diciembre de 1981, al presidente del Congreso de Diputados, Landelino Lavilla, para que se iniciara su trámite parlamentario como ley orgánica.

La admisión a trámite del Proyecto contó con la oposición frontal de AP por entender que la Asamblea de Parlamentarios se había reunido sin cumplir con el precepto constitucional exigido. No obstante, el 17 de febrero de 1982, la Mesa del Congreso aprobó, con el voto en contra de Grupo Coalición Democrática, la admisión a trámite del texto estatutario.

A pesar de que la Comisión Constitucional del Congreso a mediados del mes de junio aprobó el Dictamen, Jeroni Albertí no consiguió su objetivo de que se aprobara el Estatuto durante el primer semestre de 1982. Esta circunstancia y, sobre todo, las luchas intestinas en UCD que presagiaban el final del partido político que había liderado el cambio político en España, unido al hecho de la disolución de las Cortes por Calvo Sotelo a finales de agosto, precipitó la decisión de Albertí, que presumiblemente ya debía tener in mente, de dimitir de todos sus cargos en el partido y cesar como presidente del CGI y del Consell Insular de Mallorca.

Con estas dimisiones, que no descarto se debieron también a una cierta lucha soterrada por el liderazgo de la UCD-B, se truncó la posibilidad de que Albertí liderara un gran partido regionalista de centro-derecha de ámbito interinsular que hubiera desempeñado un papel fundamental en nuestra Comunidad Autónoma y con una más que probable presencia en el tablero político nacional.

Sin embargo, la pulsión política de Albertí fue por otro camino al fundar Unió Mallorquina. Esta decisión, por otra parte, le dio también, debido a su indudable capacidad y valía personal, un destacado protagonismo al inicio de la etapa autonómica, primero como presidente del Consell Insular de Mallorca y, durante la segunda legislatura, como presidente del Parlament.

Asimismo, en busca de la centralidad política que perdió España con la desaparición de UCD, realizó, Jeroni Albertí, una última incursión política a nivel nacional al apostar por la operación reformista de Miquel Roca y Antonio Garrigues. Creo que él, como otros muchos entre los que me incluyo, nunca pensó    que este proyecto político, ideológicamente bien armado pero muy mal «vendido» a la opinión pública, resultara un fracaso tan estrepito para todos los partidos involucrados, salvo para CiU que tuvo los mejores resultados de su historia en unas elecciones nacionales.     

Jeroni Albertí, seguramente, en su fuero interno, siempre debió lamentar no haber conseguido su gran sueño de ser presidente de nuestra Comunidad Autónoma, pero su recuerdo ocupara siempre un lugar de privilegio como político de raza que fue durante los años de la Transición.

Descanse en paz.