TW

Mi padre me enviaba ¿con dos pesetas? para que se lo comprara, a la Librería Bagur, sita en el espaldar del monumento a Mateu Orfila, para economizar decía y a la vez ponerse al día de la actualidad, ya destronada... Fue un periódico de contenido ligero, que resumía lo más destacado de la semana, publicado a partir de 1949, que perduró hasta la Transición.

Quién sabe si la cita de Gide «todo está dicho, pero como nadie escucha, hay que volver a repetirlo», sería una máxima de aquel tiempo y que aún, como filosofía en la comunicación, persista. De esa manera, ‘empatía’ sería mi palabra clave...

Por orden, la que mostró la actriz Sigourney Weaver, quien se acordó de su dobladora Mª Luisa Solá, reconociendo su anónima y loable labor, tras alzar su merecido Goya; y a la par que, Margarita Huguet, menorquina creadora de ilusiones, recogía el suyo. Y aunque el poeta dijera que «el mundo está bien hecho», resulta que indefectiblemente se aprecian vacíos... Así, más empatía solicitó con irrebatible argumento el ex futbolista Unzué en el Congreso (con ausencias o sensibilidades huidas) con respetuoso tono, no exento de decepción y quejas del alma, a los 5 diputados presentes, en unas jornadas de ‘Sanidad’ para todos los grupos, a fin de que, «poniéndose en los zapatos de los demandantes y en los de sus familiares», aprobaran una ley que garantizara una vida digna a los afectados de ELA. Esa súplica de vida digna se coliga a la existencia que puede llevar una persona cuando consigue satisfacer sus necesidades básicas.

EN OTRAS ALEJADAS SIETE FECHAS, con empatía oí hablar de él por José Mª Florit, que lo frecuentó por vecindad en rendida vacación estival, en alusión a Manuel Díez-Alegría. Décadas después, don Camilo, sin el Nobel todavía, explorando el dilema de Goethe: «Prefiero cometer una injusticia antes que soportar el desorden…» le preguntó al general1 «¿prefiere usted la injusticia al desorden…? ―Bueno, respondió don Manuel, hay que poner a Goethe y la frase en su época. Entonces, la Revolución francesa, era aterrador, y me atrevería a preguntar: ¿Aquel desorden, en sí mismo no era ya una injusticia? Y generalizando: ¿El desorden, en sí mismo no es ya una injusticia? Habría que calibrar cuál de las dos injusticias es la peor. En una situación límite, las ideas dejan de ser filosóficas o morales o políticas y pasan a convertirse en estéticas o literarias, o al revés; esto es muy grave y también muy confuso›› respondió el general ajustando los verbos. Muy confuso…

COMO CONFUSAS SON MIS LAGUNAS, por servidumbres de la edad, sospecho, que surgen por riegos entumecidos, cuando ‘se me va el santo al cielo’; como le sucedió a un cenobita del XIX, que se complacía en alargar sus prédicas y que, en una de ellas, yéndose por las ramas, se olvidó de qué beato estaba hablando. Para salir del apuro resolvió que el santo había subido al cielo; y «aquí paz y después gloria», coronó...

1. Camilo J. Cela, Conversaciones españolas. Barcelona, 1987. Ed. Plaza & Janés.