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Paco ha vuelto a casa y las muestras de alegría se han sucedido entre los vecinos. Echábamos de menos su saludo amable y verle con su perrito pasear, siempre sonriente y hablador. Temimos lo peor, después de que un viernes a mediodía, hace un mes, un ciclista lo atropellara al cruzar entre dos urbanizaciones separadas por una estrecha pero muy transitada carretera, que carece de paso peatonal y señales o elementos que obliguen a reducir la velocidad de los vehículos. Pudo ser un coche, pero fue una bicicleta la que lo embistió y lo llevó a la UCI tres semanas.

El proyecto de ampliación de la carretera de s’Esgleieta lleva más de 15 años aprobado pero durmiendo en un cajón. Hace ahora dos años, con las últimas elecciones a la vista, se anunció a bombo y platillo que por fin iba a ejecutarse. Los vecinos lo celebramos con emoción desbordante, pero de nuevo nos atiza la frustración por la inoperancia y la espera. Eran promesas de esas que lanzan los políticos para atraer votos, porque la realidad es que no se ha visto ningún movimiento más allá de un rápido asfaltado parcial. El trayecto, angosto y con curvas sin visibilidad, soporta más de 6.000 vehículos diarios y somete a los conductores a peligro y desquicio.

Empaticemos esta vez con el conductor de coche y exijamos responsabilidad al ciclista, que inunda y colapsa una carretera sin arcén, que por sus condiciones sería terciaria o incluso inclasificable, pero por uso y necesidad se convierte en primaria. Pasa en muchas otras vías de las islas, donde apenas caben dos coches y no hay posibilidad de sortear un obstáculo porque no hay espacios laterales entre la calzada y las vallas o muros que separan el pavimento de los campos de almendros.

Por pura sensatez, el ciclista no debería circular por una ruta sin márgenes y con alta densidad de tráfico poniendo en jaque su propia vida. No debe hacerlo, ni solo ni en pelotón, y menos aún sin indumentaria reflectante. Es ilógico que no esté prohibido lo primero y no sea obligatorio lo segundo. Y así hay que aguantar procesiones de cicloturistas y aficionados que deberían buscar rutas más apropiadas.

Mientras tengamos infraestructuras imperfectas, los ciclistas deben abstenerse de circular por carreteras concurridas donde entorpecen la circulación, ponen en riesgo su propia vida y la de viandantes. Debe prohibirse. Sería fantástico que los trazados estuvieran acondicionados con carriles bici e incluso peatonales que fomentaran la movilidad no sostenible, económica y saludable. Pero, sobre todo, hay que exigir con urgencia que no haya una sola zona urbana que no garantice la seguridad de los peatones.