Una de las grandezas de la nueva generación es que van a conseguir erradicar eso tan asqueroso de examinar, comentar y juzgar el cuerpo y en general el aspecto físico de los demás. Igual que nosotros -no todos aún- estamos en la cruzada de desterrar esa costumbre horrible de menospreciar a quien tiene capacidades distintas a las de uno con palabras para mí prohibidas, como «subnormal». Cuando todavía las escucho se me ponen los pelos de punta y sé de inmediato que el que las pronuncia es un tarado. En fin, que está muy bien eso de dejar que cada cual sea como le dé la gana. Con kilos de más, de menos, con el pelo verde o calva, lleno de piercings o con ropas estrafalarias. ¿A quién le importa? Detrás de un rostro, de una barriga, del atuendo, hay una persona, un ser humano que será mejor o peor, pero nunca por su aspecto, sino por lo que guarda dentro, sus valores, su forma de pensar y de comportarse, lo que quiere compartir con el mundo, lo que es capaz de dar. Esto es algo que han comprendido de forma innata los más jóvenes y que, en cambio, nosotros todavía nos resistimos a ver, cegados por las apariencias.
Feminismo
18/03/24 4:00
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