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El debate en torno al lenguaje inclusivo, en particular en instituciones legislativas como el Congreso de los Diputados, ha generado una discusión enconada que trasciende lo meramente lingüístico para adentrarse en el terreno de lo político y lo ideológico. La propuesta de eliminar la coletilla «de los Diputados» del nombre del Congreso y reescribir su reglamento con un enfoque de lenguaje inclusivo es una iniciativa que, si bien se presenta bajo la bandera de la equidad de género, sus implicaciones y justificaciones merecen una evaluación cuidadosa y crítica. Es indiscutible que la igualdad de género es un principio fundamental que debe guiar todas las esferas de la sociedad, incluida la formulación de políticas y normativas en los ámbitos legislativos. Sin embargo, la introducción de cambios lingüísticos no es necesariamente el medio más efectivo ni pertinente para promover esta causa.

La imposición de formas lingüísticas artificiales o forzadas puede conducir a una comunicación menos efectiva y, en última instancia, a una pérdida de cohesión y comprensión. Además, la Real Academia Española (RAE), como institución encargada de velar por el idioma español, ha señalado en reiteradas ocasiones que el uso genérico del masculino gramatical no invisibiliza a la mujer. Es un mecanismo del sistema lingüístico establecido por evolución a lo largo de la historia de la lengua, y no es fruto de una decisión consciente de ningún colectivo de hablantes. Eliminar «de los diputados» suprimiendo el masculino no hará que se incluya a las diputadas, sino que el término «Congreso» sin más quede inacabado, inexacto y ambiguo.   

En este sentido, esta proposición parece más bien una decisión de naturaleza política e ideológica que una medida verdaderamente efectiva para avanzar en la igualdad de género. Más que en el lenguaje, deberíamos centrarnos en la realidad latente: en la implementación de políticas concretas y medidas tangibles que aborden las desigualdades. Ya lo apuntaba la lingüista Carme Junyent, quien tildó el lenguaje inclusivo de imposición que trivializa la lucha feminista.

En conclusión, esta propuesta es un desatino ideológico de la izquierda más reaccionaria que solamente busca el desencuentro. Parece que en el Congreso van andando a salto de mata, desordenadamente y sin un plan o línea de trabajo concreto. Centrémonos más, por favor, en medidas sustantivas y realistas. Y recemos porque el próximo término acuñado no sea Congreso de los Diputados, Diputadas y Diputades.