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El Congreso de los Diputados, en el que reside la soberanía popular, se ha convertido en un estercolero, en el que se ha perdido todo sentido de la mesura y hasta de la cordura, por lo que es hora ya de que alguien ponga solución a este grave deterioro institucional.

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La encargada de reconducir esta situación que provoca vergüenza ajena es la presidenta Francina Armengol, a la que se le supone una neutralidad que no ejerce, por lo que es incapaz de poner orden y devolver su papel a la Cámara. El Gobierno está para dar cuentas de su gestión y responder a las preguntas de la oposición, pero no para poner en marcha la política del ventilador, ni utilizar cuantos recursos tiene en su mano para abatir a Isabel Díaz Ayuso, en lugar de explicar qué hay detrás de las maletas de Delcy Rodríguez, del caso Koldo, del papel de Begoña Gómez en el rescate de Air Europa o de las gestiones con Marruecos, porque la presidenta de la Comunidad de Madrid ni ha sido investigada, ni imputada ni acusada de nada. Pero no, Sánchez ha decido que es mejor revolcarse en el barro.