Durante siglos España fue un país de emigrantes, sobre todo en zonas tradicionalmente pobres, con pocas tierra fértil, como Galicia, País Vasco y Balears, hoy prósperas y destino deseado para miles de extranjeros. Por eso los que hemos nacido y vivido en lugares así sabemos lo que significa emigrar, dejar atrás todo lo que conoces y amas y aventurarte a un futuro incierto. Los más jóvenes lo ignoran, porque han crecido en la abundancia y en esa horrible moda racista que lo impregna todo. Vascos, navarros, gallegos, mallorquines… ¿quién no tiene parientes en Argentina, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, México? Aquellas tierras están llenas de apellidos nuestros, de sangre nuestra y, en cierto grado, también de nuestros valores y creencias, esas que se heredan de generación en generación. Pero, ay, a pesar de que parece que en pleno siglo XXI incluso el árido sur de Europa se ha enganchado por fin al progreso y el bienestar de las áreas más frías del continente, no es oro todo lo que reluce. A nadie le importa ya la fertilidad de la tierra o la riqueza del mar, ahora priman otros parámetros para la buena vida.
Emigrar
31/03/24 4:00
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