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A veces hay que ser pirata. No queda más remedio si queremos sobrevivir en la jungla. Estoy en el aeropuerto. Podría decir que me encuentro como en casa, pero no es así. Los aeropuertos suelen ser lugares hostiles, de puro tránsito, donde no quisiéramos estar porque significan la espera hacia nuestro destino. Algún día voy a hacer un libro de relatos sobre mis anécdotas en los aeropuertos. Esta semana he estrenado experiencia.

Me explico: para ir o venir de Barcelona nunca facturo. En la mayoría de ocasiones ni siquiera llevo carrito. Eso te evita un sin fin de sinsabores.

Sin embargo, hay momentos en los que es importante trasladar algo concreto de una ciudad a otra. Me sucedió con un cuadro de Ritch Miller. Lo tenía en Barcelona desde hace años, hasta que supe que había llegado la hora de que volviese a casa. Era una niña cuando conocí al pintor. Mi padre me ayudó a acercarme a ese mundo apasionante de los pintores que escogieron Mallorca para vivir. Un día me llevó a su estudio. Era un hombre de vida casi ermitaña junto a su familia. Fue de una amabilidad maravillosa en cada una de las ocasiones que tuve la oportunidad de encontrarme con él en su casa de Santa María. «Mallorca y ser pintor es todo uno», había manifestado poco después de trasladarse a Mallorca. Siempre fue algo huraño con el mundo del arte comercial, poco dado a frecuentar eventos sociales. Al tratarlo de cerca, ese hombre de aspecto asalvajado se convertía en una persona cálida.

Me encontraba yo ante la proeza de esperar en la puerta de embarque del aeropuerto, que la buena voluntad de la azafata de turno me permitiese entrar el cuadro en el avión. No sabía qué historia explicarle. Solo tenía claro que no había plan B. Si no me dejaban pasar el cuadro, podía perderlo para siempre. ¿Cómo podía hacerle eso al pintor que conocí, cuyos paisajes son una delicia de colores que alegran la vista? ¿Cómo podía ‘extraviar’ su obra en un aeropuerto, que no olía a hierba como su casa en mi recuerdo? Tenía que inventar algo para salvar un cuadro. Aún estoy en la cola. Os explico cómo acabó todo en otro momento.