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«La Historia no es el pasado, como tampoco la Física es la materia o la Biología la vida. La Historia es el estudio y la explicación del pasado. Es decir, la interpretación racional y científica de los restos –a veces sólo rastros- de un pasado que, pretérito o no, debe servirse a la ciudadanía con el objetivo de su compresión en el presente…» Marín Gelabert, M.A. «Perspectivas Historiográficas, en Moll (Direc.) Época Contemporánea. Siglo XIX, Historia de las Islas Baleares, El Mundo, tomo 14, páginas 7-8, del año 2006.

La frase con la que inicio este escrito la he utilizado en diversidad de foros, pues creo es muy significativa y aclaratoria.

Un general cartaginés de finales del siglo III aC. llamado Magón, que había sido derrotado junto a sus compañeros, en tierras de la actual Andalucía, dentro de la Segunda Guerra Púnica, intentó invernar en Mallorca para pasar el invierno de 206 a 205 de antes del cambio de Era, pero fue rechazado, cosa que no consiguieron los menorquines al abordar nuestra isla, cosa que hizo al puesto que consiguió adentrarse en ella por el mejor puerto, el que está en el este de la misma. P, para instalarse con sus hombres (las fuentes escritas de la época no lo dejan claro, pero parece que tenía a sus órdenes unos 1.000), Magón), pues, tuvo que luchar contra los talayóticos. Los niveles de destrucción del actual poblado de Trepucó, a unos 1.200 metros en línea recta a Cala Figuera, aportan unos datos arqueológicos que permiten llegar a esta deducción.

AL PARTIR MAGÓN DE LA ISLA, ya en la primavera del año 205 a.C., este general Magón para reanudar el enfrentamiento de su ejército con el romano en tierras italianas, se llevó, como apoyo a Aníbal que estaba en esas tierras, y para reforzar la retaguardia que se preparaba en la ciudad de Cartago (Túnez), a 2.000 menorquines para que ejercieran de honderos. Parece que mayoritariamente partieron hacia tierras africanas, según relatan los cronistas de la época.

Recordemos,   que los «baleáricos» (los que habitaban en esos tiempos en las islas de Mallorca y Menorca), fueron unos hábiles y efectivos honderos que actuaron dentro de la infantería ligera de los ejércitos cartagineses desde, al menos, el siglo V aC. Sus actuaciones fueron cruciales en muchas de las batallas en donde intervinieron. Tal fama cogieron, que sus compañeros empezaron a denominarlos «señores del lanzamiento», apelativo que acabó siendo, — como sigue siendo hoy—, el topónimo por el que son conocidas nuestras islas, las Insulae Baliares,    ya en latín, dado que baleo, tanto en púnico como en griego antiguo, significa eso, señores del lanzamiento, en ese caso con la honda. Un topónimo que ha perdido, con el paso del tiempo, una «i», para ser Baleares hoy, o Balears en catalán.

Creo, pues, que a quién se debería hacer un homenaje es a todos esos miles de mallorquines y menorquines que, como mercenarios, reclutados con levas sucesivas a lo largo de centurias, formaron parte de la infantería ligera, tanto entre los cartagineses, como luego con los ejércitos romanos, en todo el Mediterráneo Occidental.

¿Un monumento al alguien que, casualmente, según se deduce filológicamente, dio nombre a nuestro puerto y por esa causa que dejó la isla esquilmada de hombres? ¿Un monumento a este general que no es el Magón famoso que transformó el ejército cartaginés en el siglo V aC. al incorporar en esos momentos a arqueros y honderos que revolucionaron el modo de guerrear?

REIVINDIQUEMOS, PUES, a nuestros honderos, héroes por su excelencia profesional, y que dieron nombre al lugar de donde procedían, a esos «señores del lanzamiento», los «baleares», y que es nuestro topónimo actual, con ligeras variaciones debido al paso del tiempo.