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La atrocidad que Israel está cometiendo con el pueblo palestino no es una guerra, asesinar a civiles jamás lo ha sido. Encerrar a millones de palestinos en una estrecha franja y bombardearlos durante seis meses no es una guerra, es un genocidio. Impedir que agua, luz y alimentos lleguen a la población civil no es una guerra, es un genocidio. Repasar la historia de Oriente Medio demuestra que nunca ha sido una guerra, sino el exterminio sistemático del pueblo palestino. El sionismo pasó de defender la creación del Estado de Israel a imponer la desaparición de la patria palestina. Netanyahu es solo una pieza más en este juego mortal y siniestro en el que Israel ha ido ocupando la tierra palestina. Basta ver la superficie que ocupaba el Estado de Israel en 1948 y la que ocupa hoy. Netanyahu solo es el verdugo, los asesinos intelectuales son los ciudadanos y ciudadanas israelíes que le votaron y los cómplices necesarios de este genocidio son EEUU y los países occidentales que le han apoyado permitiéndole incumplir sistemáticamente las resoluciones de la ONU y la legislación internacional.

Gaza displaced Palestinians visit their dead loved ones tombs for Eid al-Fitr

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Asistimos a un genocidio televisado, más de trece mil niños y niñas han sido asesinados bajo las bombas ante nuestros ojos, otros muchos son asesinados cada día por el hambre y la carencia de material sanitario impuestos por el bloqueo israelí. Pero parece que eso no va con nosotros, nos queda demasiado lejos, el hecho de que sean árabes o musulmanes nos aleja de su sufrimiento. Llevan décadas lavándonos el cerebro haciéndonos creer que musulmán y terrorista son sinónimos, que árabe y asesino significan lo mismo. Solo cuando siete cooperantes occidentales han sido asesinados parece que despertamos. Estos son de los nuestros. Pero seguimos inmersos en la misma mentira: Biden pide un alto el fuego mientras vende más armas que nunca a Israel, Europa exige corredores humanitarios pero no toma ni una sola medida contra Israel. Netanyahu, en su loca carrera asesina, intenta expandir el conflicto provocando a Irán y a Hezbolá. Quiere una guerra a gran escala para acallar esas tímidas voces que le critican ofreciendo el argumento de que nosotros, los demócratas, debemos defender la única ‘democracia’ que hay en la zona, la israelí.

Bajo los escombros de esos edificios y hospitales destruidos con nuestras bombas no sólo hay palestinos asesinados, también están aquellos valores que, como derechos humanos, justicia o libertad, decimos defender, también está nuestra democracia y, sobre todo, está nuestra conciencia.