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La semana pasada Barcelona acogió la Conferencia del Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible (2021-2030). El encuentro reunió a la comunidad científica, políticos, empresas y sociedad civil para hacer balance de lo conseguido durante los tres primeros años y definir, conjuntamente, acciones para el futuro.

Con el lema «La ciencia que necesitamos para el océano que queremos», la ONU había proclamado el Decenio con el objetivo de apoyar, mediante la ciencia y la investigación, una gestión y un desarrollo saludable y sostenible de los océanos y sus costas.

Los océanos, su temperatura, composición química, corrientes, y vida son el motor de sistemas globales que hacen que la Tierra sea habitable. Producen más del 50 % del oxígeno del planeta, ayudan a reducir el impacto del calentamiento global y absorben el calor solar y lo redistribuye a través de las corrientes oceánicas, influyendo en los patrones climáticos y en la distribución de lluvias en todo el mundo.

Son también fuente importante de alimentos y recursos naturales; el petróleo, el gas natural y muchos minerales se extraen de las profundidades marinas. A través de los océanos se transportan mercancías y se contribuye a la economía mundial por su relevancia en sectores industriales, como el turismo. Así, el modo como los gestionamos es determinante para toda la humanidad, para quienes residimos en sus costas y para quienes viven lejos de ellas.

Debemos ser conscientes de que el Mediterráneo se calienta un 20 % más rápido que la media mundial. Esta ‘tropicalización’ de nuestro mar comporta pérdida de biodiversidad y degradación de los hábitats marinos más cercanos. La explosión de medusas que venimos padeciendo, se favorece por el calentamiento del agua, la contaminación y la desaparición de sus depredadores como consecuencia de la sobrepesca.

Nuestras islas tienen una larga tradición en investigación marina y ciencias oceánicas. Desde que, en 1906, Josep Fuset y Odón de Buen crearan el Laboratorio Biológico Marino de Portopí (considerado el origen de la oceanografía en España), con el apoyo de la JAE, la comunidad científica del Centro Oceanográfico de Baleares, del Socib, de la UIB, del Imedea y del Limia están realizando una labor reconocida dentro y fuera de nuestro país. Recordemos que Enrique Tortosa, fundador del Imedea, fue también director general del Instituto Español de Oceanografía. Actualmente, la colaboración con el Barcelona Supercomputing Center y su Departamento de Ciencias de la Tierra que dirige Francisco Doblas-Reyes, está siendo definitiva para avanzar en proyectos oceanográficos europeos de primer nivel. Nuestra ciencia estuvo muy bien representada en la Conferencia del Decenio.