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El 12 de marzo de 1986 Felipe González hacía valer su criterio y lograba el apoyo del 57 por ciento de los españoles, que aceptaron su giro copernicano en relación a la OTAN.

El mejor estadista que ha tenido el socialismo español había ganado las elecciones en octubre de 1982 con un discurso radicalmente contrario a la continuidad en la alianza atlántica que había auspiciado su antecesor, Leopoldo Calvo Sotelo, apenas cinco meses antes. González se comprometió a realizar un referéndum si llegaba al poder para sacar al país de la organización. En ese primer periodo de su largo mandato, el presidente mutó su percepción de la realidad hasta pedir el sí para la continuidad en la OTAN, que acabó triunfando en la consulta.

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En aquella infancia de la democracia española, las calles eran de los manifestantes en demanda de continuos derechos tanto tiempo cercenados.Entre los lemas más recordados había destacado entonces el de «OTAN no, bases fuera» con el que pedían la salida de España, todavía sensibles al peso que habían tenido los militares durante el franquismo.

Este último mes, menorquines que ya peinan canas han rejuvenecido desempolvando aquella vieja reivindicación que murió por sí sola para exigir que el puerto de Maó no sea una base permanente de esta organización, como al parecer pretendía el gobierno de Pedro Sánchez. Ningún otro presidente español ha tenido la osadía de plantear una exclusión de la organización atlántica, por cuestiones de seguridad nacional y económicas, principalmente.

Fragatas y buques armados de los países que la integran atracan en Maó desde hace muchos años, como escala o refugio de sus operaciones «Sea Guardian» ante la curiosidad de miles de menorquines que los visitan.No importa qué denominación le den ahora, puerto base o la que quieran, porque lo seguirán haciendo sin que exista mayor problema, como tampoco lo ha habido hasta ahora.