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Cuando cada semana me siento ante la pantalla en blanco de mi ordenador, desearía tener a mi lado a la musa de las inspiraciones, pero no siempre es así. Sé que existen cientos de temas que pueden inspirarte a escribir cientos de artículos, pero te rebelas, no quieres meterte en el saco de las mayorías, buscar cualquier historia que ha sido noticia en los medios de comunicación y que pueda serle familiar al lector por ser repetitiva. Entonces acudes mentalmente a ese comentario que has pillado fugaz mientras hacías cola para comprar media docena de huevos, lo anotas porque, si muchas veces se te olvida lo más importante, imagínate lo que puede pasar con eso.

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Vuelves a mirar la pantalla de tu ordenador y te da la sensación como si te pidiera que le dieras de comer y ahí estás tú colocando los dedos sobre el teclado y escribes «Pepe es un imbécil», que es lo que escuchaste en esa cola. Entonces vas escribiendo lo que ello te dice como por arte de magia y sin pies ni cabeza porque, entre otras cosas, te perdiste el comienzo del relato en el que aseguraban la imbecilidad de Pepe.    Pero eso te parece lo de menos porque sabes sobradamente que hay Pepes imbéciles como muchos otros que no lo son, incluso llegas a dudar si el protagonista de tu artículo lo es. Pero qué más te da si ya has llegado al final, has llenado tu pantalla de tontas verdades y mentiras sabedor de que eso es más o menos el mundo en el que nos movemos.