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Nada se mueve en Vox sin la conformidad de la dirección nacional del partido. Y si algo se mueve, tiene consecuencias. Estas consecuencias llegarán antes o después. Pero llegarán. El cambio de dirección en el grupo parlamentario –Manuela Cañadas ha sustituido a Idoia Ribas como portavoz y María José Verdú es la nueva portavoz adjunta relevando a Sergio Rodríguez que, meses atrás ya había sido relevado en la secretaría general– es la consecuencia de la crisis de octubre del pasado año, cuando una parte del grupo parlamentario (con las dos personas relevadas como instigadoras) decidió subir su apuesta al PP y bloquear el techo de gasto y los primeros presupuestos de Marga Prohens.

La dirección nacional de Vox, eso es Santiago Abascal, mostró abiertamente su malestar y las veces que vino a Balears el secretario general del partido, Ignacio Garriga, lo dejó claro. No pasó mucho tiempo, concretamente tres meses, para que Idoia Ribas, y Sergio Rodríguez urdieran un golpe de mano (secundado por Agustí Buades, Verdú y Cañadas) en contra de la presidenta del partido en Balears, Patricia de las Heras, y del propio presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, con el propósito de expulsarles del grupo parlamentario. La dirección estatal (o nacional, que es como se llama en Vox a la cúpula dirigente) no pasó por ahí. Abortó el golpe, hizo que dieran marcha atrás y lanzaron una advertencia: que ahí no acababa todo y que, cuando llegase el momento, se completaría una renovación profunda en Vox; una renovación para la que ya se habían ido dando pasos y que tiene su origen en cómo nació el partido de la extrema derecha en Balears. Para empezar a contar esta historia habría que remontarse algunos años atrás, concretamente a 2019, en que hubo elecciones autonómicas y generales. En Balears, Vox nació como Actúa, de la mano de Jorge Campos, y lo que se presentó a las elecciones fue una coalición. Vox tuvo dos almas en Balears: ese grupo y quienes se apuntaban directamente a la marca estatal. Pronto se visualizaron dos grupos claros y estrategias diferentes. En 2019 se celebraron dos generales, en las primeras sacó Vox más de 50 escaños.

Desde entonces, y hasta llegar a esta semana, hubo dos modos de entender el partido y cambios de bando y medias tintas según el momento. Vox, en clave estatal, funciona como una organización que sitúa a su gente por todas las comunidades. Cargos en apariencia de segundo nivel se deciden en Madrid. Desde ahí se deciden desde las asesorías de comunicación a las secretarías de las presidencias. Idoia Ribas, Agustín Buades y Segio Rodríguez pensaron que podían escapar a esa estrategia. El pasado viernes 12 anunciaron que lanzaban una asociación al margen del partido. Ya sabían que les quedaba poco y que habían perdido la guerra interna. Saben que no estarán en futuras listas electorales. Todo se decide de manera vertical, y de arriba abajo, en Vox. Es posible que alguien recuerde de su época escolar el diccionario Vox. El actual ‘diccionario Vox’ ha caído ha caído sobre la cabeza del sector crítico en Balears y lo ha aplastado.