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Por más vueltas que le doy, no lo termino de entender. ¿Cuál es el problema real? ¿Las noticias que no son verdaderas, las noticias que no son falsas, las noticias que son verdaderas, pero no nos gustan o las noticias que son falsas, pero no nos gustan? Se ha montado un guirigall más propio de una telenovela que de un presidente de Gobierno. Y, como siempre, acabará en ridículo. Hasta el más inocente sabe que el lunes no va a pasar absolutamente nada.

Me resulta gracioso ver como los ceños se fruncen, los rostros se contraen y la piel se vuelve más fina de lo normal mientras se suceden las acusaciones de esto y de aquello, un carrusel patético de «y tú más» que acabará en nada, porque a ratos parece como esos dos perros que, cuando están atados y se encuentran ladran como si no hubiera un mañana y luego, sueltos, resulta que son mansos y, literalmente, no hacen nada.

El lunes desdimitirá alguien que en realidad nunca ha dimitido, mientras los que han acusado a familiares de otro partido con total impunidad se quejan de que no se puede acusar a familiares, así como así. Todo huele raro, en general, a una y a otra orilla del escenario, porque ni todos son tan malos ni todos son tan buenos.

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¿Sabes qué creo? Que en algún momento ha faltado que alguien frenase y dijese hasta aquí. Por ahí no paso. Y no digo el teatrillo de la carta de papel mojado y tinta china, hablo de antes, mucho antes, cuando se han faltado a valores que han hecho que pasarte por el forro las cosas esté a la orden del día y que sea una especie de apuesta de a ver quién la tiene más grande. La animalada, digo.

Mentir está feo, a pesar de que todavía nadie haya demostrado que se miente, como también está feo sobreactuar, aunque no será hasta el lunes que se demuestre que se sobreactúa. Pero en el fondo lo entiendo, a todos nos viene bien un achuchón de vez en cuando con más cariño del habitual, que nos digan que somos muy buenos o que lo hacemos fantásticamente bien.

Sobre todo, cuando en realidad puede que no seamos tan buenos y lo que nos rodea se haya desmadrado irreparablemente. E irrespetuosamente. Lo que tenemos es lo que nos hemos ganado. Por los que están ahí arriba, que se lo han buscado, y por los que estamos aquí abajo que lo hemos consentido. Y no, no va a dimitir.