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Porque fuiste la elegida para ser instrumento de salvación universal, siendo madre de Jesús. Te amo, María, porque fuiste causa remota de mi vocación. Recuerdo las palabras que me dijo un día mi madre en Son Homar: «antes de nacer tú, visité a la Virgen de Bonany y le rogué que si fuese un niño el que llevaba dentro, me gustaría que fuese sacerdote». Te amo, María porque desde mi infancia siempre has estado a mi lado. Te amo, María, porque siempre me has sacado de apuros en los momentos difíciles en que más te necesitaba.

Te amo, María, porque al final he descubierto que tú has sido desde siempre la mujer de mi vida. Por tu belleza incomparable, como obra maestra del Creador, por tu sonrisa maternal que me infunde confianza y seguridad, por todo te amo, María. Al contemplarme a mí mismo con todo el caudal de limitaciones y miseria, te digo con toda mi alma y con el corazón en la mano: no te merezco, Madre, pero te necesito. Deja ahora que me deje llevar por un sueño infantil: los dos con Jesús, cogidos de la mano, corriendo juntos hacia horizontes infinitos. Es locura de amor: Los tres, fundidos en un abrazo que abarca el mundo entero...