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La visión que tenemos de la UE es, cuando menos, triste. Pasó de ser la panacea que nos ayudaría a salir del subdesarrollo económico y social del franquismo a diluirse en unos mecanismos y leyes que, al español de a pie, le quedan muy lejos. Cuando los europeos del norte nos las hicieron pasar canutas con los recortes, se generó un profundo sentimiento antieuropeo difícil de superar. La nueva política social de la UE y las ayudas que hemos recibido con la pandemia han contribuido un poco a que cambiemos aquella imagen nefasta que teníamos de nuestros socios, que nunca pasaron de ser un puñado de avaros y tacaños matones de patio de colegio que se divertían imponiéndonos recortes y llamándonos «cerdos» (Portugal, Grecia y España éramos los PIGs).

Lo del Parlamento Europeo, la Comisión Europea y demás instituciones siempre nos ha sonado como algo muy lejano. Sólo el tribunal de DDHH ha generado alguna ilusión en algunos círculos viendo que podríamos recurrir, llegado el caso, a unos jueces menos parciales que los nuestros. Lo cierto es que sentirnos, lo que se dice sentirnos, europeos no es algo que haya calado mucho en nosotros. Valoramos eso de pertenecer a Europa cuando vemos a las gentes del sur jugarse la vida para intentar llegar hasta aquí. ¡Pobrecillos, pensamos con esa mentalidad caritativa heredada del franquismo! ¿Plantearnos que la culpa de que esos países estén así es nuestra porque nunca hemos dejado de explotarles con látigos, dinero o aranceles? No, eso no toca, están así porque son vagos. ¿Que la UE no hace todo lo que puede para parar el genocidio palestino? Eso es cosa de los políticos, no de los ciudadanos, nos decimos para tranquilizar nuestras conciencias. Y en este caldo de cultivo difícil será que lo que crezca sea algo diferente a los mensajes de odio que lanza a diario la extrema derecha entre gritos, bulos y exabruptos.

¿Qué ha hecho la UE para que nos sintamos europeos? Culturalmente poco. Eurovisión es lo más europeo que hemos visto en décadas (aunque nunca he entendido que países como Israel o Australia participen). Quizá la Ryder Cup sea la que ha hecho más por la cohesión europea (jamás imaginé que llegaría a ver frente a un televisor de un pequeño pueblo a viejos con boina animando a «los nuestros» frente a los «americanos» en un deporte que ni entienden ni jugarán en su vida). Los últimos sondeos dicen que este domingo subirá mucho la extrema derecha en toda EU y que serán los más jóvenes quienes más les voten. De aquellos polvos vienen estos lodos.