No soy demasiado aficionado a los relojes, ni de muñeca, ni de bolsillo, ni de péndulo; ni digitales ni mecánicos. Ni siquiera a los relojes rotos, esos que dan la hora exacta dos veces al día y además sirven para fijar el momento del crimen en algunos casos de asesinato con violencia. El detective lo mira entonces con cierto escepticismo, y murmura «Hum… Aquí hay algo que no encaja». Ya saben lo enigmáticos que son los detectives. No siento ninguna admiración por los relojes, y eso que como sordo no he oído nunca su angustioso tic-tac, y si soporto mejor los de campanario es porque suelen ser patrimonio artístico, y sobre todo, por su lejanía. Un reloj remoto resulta menos apremiante y enojoso que uno abrochado al cuerpo, aunque su efecto sea el mismo. Pero que no simpatice con los relojes no quiere decir que no sepa que se trata de uno de los más prodigiosos inventos humanos, y el más influyente de largo, porque cambió hasta el ritmo de la evolución natural, acelerándola. Una auténtica maquinaria psicológica, el reloj, y en la actualidad, casi metafísica. ¡Medir el tiempo! ¡Al segundo!
Grandes inventos. El reloj
17/06/24 4:00
También en Opinión
- Un pasajero denuncia discriminación lingüística en el Aeropuerto de Menorca: «Aquí se habla español»
- Tomás de la Quadra-Salcedo en Menorca: «Veo difícil que la Ley de Amnistía acabe siendo inconstitucional»
- Que el miércoles por la tarde, la playa de Cala en Turqueta...
- El instructor de Desokupa denuncia a Cristina Gómez por cuestionar su cambio registral a mujer
- Menorca entra en alerta amarilla y el mal tiempo obliga a cancelar actos el fin de semana